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Un heroico superviviente

Pertenece Mijaíl Barishnikov a una manera de entender el estrellato masculino en ballet que permite calificarlo de heroico superviviente. Cuando aún brillaban sobre la escena Rudolf Nureyev, Erik Bruhn o Vladimir Vassiliev, muchos críticos le negaban su lugar en ese estrecho parnaso de los grandes héroes de la zapatilla, el giro y el salto. Pero las leyes generacionales y un montón de circunstancias desgraciadas dejaron a MB solo en el horizonte de los grandes. Su tesón, la voluntad de acercarse a los repertorios más actuales y su capacidad interpretativa son los factores básicos para mantenerse en la brecha con dignidad.De hecho, se reconocen en promociones posteriores, tanto rusas como occidentales, muy buenos bailarines, pero no es lo mismo.

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"La danza es el arte más expuesto y más arriesgado", señala Mijaíl Barishnikov

Con las bailarinas pasó una generación antes. La derivación hacia una peligrosa homologación de la técnica frente a la interpretación hace pasar a todos los artistas del ballet por un mismo rasero. Se parecen sobre el escenario, compiten en los mismos fueros. Antes, en ballet, hasta Misha mismo no era así. Se valoraban otras razones o individualidades.

Barishnikov procede de una cantera privilegiada, el crisol de la escuela Vagánova, y luego la pausada profesionalización que ofrecía el Teatro Kirov de San Petersburgo, rodeado de y aconsejado por maestros eminentes que hoy ya no existen. Es quizá la propia intuición del bailarín ruso la que le ha hecho explorar el baile contemporáneo, consciente de una dinámica, de un ritmo cada vez más duro y que fagocita al repertorio y lo hunde en lujosos manierismos.

En cuanto al ballet académico, Mijaíl Barishnikov demostró todo lo que había que demostrar, con mejor fortuna como intérprete que como repositor de los grandes clásicos, pero siempre a gran altura, y su inquietud artística le dio el empuje necesario que llegó hasta la primera y única modernización del American Ballet Theatre, donde, desde la dirección, hizo que nuevos coreógrafos dieran savia nueva a tan emblemática agrupación, como Morris o Tharp, con los que continúa colaborando hoy.

Es totalmente anecdótico su paso por el cine, salvo cuando la cámara se entretenía con su baile, y son pocos los filmes de su danza en los momentos de esplendor. En Rusia pasan ahora de mano en mano, en ediciones pirata, las películas en blanco y negro de sus días juveniles, apenas bordando un breve paso a dos o una variación. Son los efectos tardíos del gran baile, algo que crea el mito al andar.

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