Fallece el trompetista Lester Bowie, emblema de la gran música negra El músico, de 58 años, murió en Nueva York
Lester Bowie, la trompeta rampante del Art Ensemble of Chicago, falleció ayer en Nueva York a causa de un cáncer. Mantuvo la actividad hasta el último momento, y durante el mes de noviembre incluso había dado conciertos en Francia y en el sur de Italia. Lamentablemente, en Londres, la enfermedad se agravó y tuvo que regresar con urgencia a Estados Unidos. La gira de la banda continuará bajo la dirección de su hermano Joseph Bowie.
Nacido en Frederick (Maryland), Lester Bowie acababa de cumplir 58 años el pasado 11 de octubre, buena parte de ellos consagrados a dejar constancia en discos y a exponer sobre escenarios de todo el mundo su idea de la gran música negra. El término, lejos de cualquier reduccionismo, le permitía convertir ciertas canciones de moda de las Spice Girls o Madonna en densos manifiestos de imaginación y creatividad. No hacía falta ser un entendido en jazz para apreciar su música, basada en el jazz, pero también en otras sustancias sonoras más asequibles y atractivas para cualquier paladar. Bowie desarrolló su temprana capacidad instrumental en correosas bandas de rhythm & blues, pero ya dio un primer síntoma de inconformismo cuando fundó en Saint Louis el New Jazz Quintet junto al también desaparecido batería Philip Wilson. Aquel aviso de ímpetu renovador se confirmó rotundamente cuando se trasladó a Chicago en 1965, en principio para trabajar como director musical del grupo de la cantante Fontella Bass, con quien se casaría poco después, y más tarde para colaborar decisivamente en un movimiento bautizado como Association for the Advancement of Creative Musicians (AACM).
Disconformes
La AACM cumplió su objetivo estimulando y dando a conocer a multitud de músicos disconformes con el estado del jazz en aquel momento. La trompeta de Bowie apareció en discos clave de aquel movimiento, como el fenomenal Sound del saxofonista Roscoe Mitchell, y aportó a las formas libres su contagioso talento para darle una dimensión casi teatral a la música. Muchos creyeron ver en él al Louis Armstrong del free jazz, y no iban descaminados. Bowie admitía que mientras practicaba en su niñez solía dejar abierta la ventana de su casa con la esperanza de que Armstrong, su verdadero héroe, le escuchase. También a imagen del gran Satchmo, siempre tendía una mano al público, porque no quería que se quedase atrás, por muy audaces y severas que fueran sus propuestas estéticas.
Bowie no fue un gran técnico, pero supo crear un estilo propio, rico en efectos y altamente depurado en el aspecto tímbrico, que siempre encontraba el camino más recto para establecer una comunicación inmediata con el oyente. El Art Ensemble of Chicago, un colectivo radiante de colores sugerentes fundado en 1968, se convirtió en la tribuna ideal para exponer sus inquietudes. Pero hubo otros proyectos que terminaron de definir con mayor precisión su concepto de las músicas improvisadas. Así, formó parte de The Leaders, colaboró con Jack DeJohnette en la banda New Directions y descubrió nuevas variantes de la música negra a través de grupos propios, como From the Root to the Source, New York Organ Ensemble y, sobre todo, The Brass Fantasy. Su discografía con este último equipo de tórridos metales ha proporcionado capítulos gloriosos a lo largo de los últimos 15 años, pero no son menos reveladores títulos como All the magic!, parcialmente grabado en solitario y quizá su obra más completa y testimonial, o The great pretender, el disco que popularizó su idea de afroamericanizar antiguos y modernos éxitos del pop.
La actitud del trompetista sobre el escenario inspiraba simpatía, y se había convertido en un rostro habitual en los escenarios españoles. Por eso, cuando la Brass Fantasy reaparezca sin su carismático jefe de bata blanca y larga perilla, nos dolerá como si se nos hubiera ido alguien de la familia. La gira de la banda, un equipo cooperativo sin subordinaciones, continuará bajo la dirección de su hermano Joseph Bowie, que el próximo día 19 actuará en el teatro Central de Sevilla.
Babelia
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