El 'marine' vuelve
Esta vez el viejo soldado de Ramuz y Stravinski (1917) es un marine, y el itinerario de su marcha ha pasado por Irak y por Panamá: otra guerra, o la misma guerra, -es que todas son la misma, si es que todas se suceden con los breves interregnos de paz, como decía el teórico y práctico Clausewitz-, y vuelve a su hogar cerca de la frontera con México, sangrienta durante 500 años: o más, dice el texto. Quizá la revolución sea la misma, quizá haya sólo una revolución en el mundo con diversos nombres o sin nombre ninguno. Stravinski recibió la inspiración entonces de la guerra mundial y la revolución bolchevique, que le pareció grandiosa en el momento; esta paráfrasis se asienta en la América oprimida, y tiene otros nombres locales: Chiapas, por ejemplo: y algún subcomandante, y algún encapuchado. Todo está cargado de ese sentido: no traiciona la inspiración original, ni tampoco copia. La leyenda del violín y del libro, la venta del alma y el arrepentimiento, la nueva caída y la salvación por la doncella. Mitos de aquella época que pueden traslucirse siempre, si realmente se desea. No encontré, o me pareció, que estos mitos así relatados entroncaran con los espectadores. Todo es también distanciado, en esta versión de Peter Sellars, y tampoco es muy distinto de lo que pretendieron los autores originales desde su exilio de Suiza: un escenario muy pequeño, un estilo de marionetas, unos personajes que hablan poco y un narrador -narradora esta vez- que habla mucho. Iban con un camión y representaban sobre él: una especie de antecedente de nuestra Barraca.La orquesta está en el escenario. Son unos finlandeses fieles a la partitura original del maestro ruso: la formación es la misma que él pensó, y la música suena como él la dirigía, con algunos dejes, o acentos, o toques de jazz. Tampoco Stravinski fue ajeno a esa música, como no lo fueron sus coetáneos, y se puede citar a otro gran ruso, a Shostakóvich, que compuso piezas de jazz directamente. Esos acentos no molestan: cuadran con la nueva forma de contar la vieja historia del soldado y el violín. No sé por qué en todos los cuentos centroeuropeos el diablo está asociado al trino del violín, quizá porque en esa zona que va desde Oriente hasta el Báltico el violín está en todo: en el amor, en la trashumancia, en el erotismo. En la interpretación suena, sobre todo, el cobre, tan propio de Stravinski: y a mí me pareció que sonaba bien, pero es que yo creo que a Stravinski nunca se le puede interpretar mal: se notaría demasiado.
Historia de un soldado
De Gloria Enedina Álvarez sobre el texto de C. F. Ramuz; música de Stravinski. Intérpretes: Liza Colón-Zayas, Alex Miramontes, Omar Gómez, Tiana Álvarez. Coreografía: Donald Byrd. Avanti Chamber Orchestra, finlandesa. Dirección musical: Grant Gershon. Dirección: Peter Sellars. Producción encargada y presentada por la Filarmónica de Los Ángeles en enero de 1999. Festival de Otoño. Teatro de Madrid.
Los actores son buenos. Hay, naturalmente, una tendencia a considerar más a la narradora, por su esfuerzo y su doble pronunciación chicana: en el castellano tiene acento inglés, en el inglés lo tiene castellano (con más exactitud, yanki y mexicano, en lugar de inglés y castellano), tiene una interpretación muy destacada la bailarina Tiana Álvarez, con una coreografía que oscila entre la mecánica de la resucitada, el humor de la situación y el simbolismo del gesto amoroso y la generación de la humanidad a consecuencia de él: mas optimista que el amor del soldado y la zarevna.
Babelia
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