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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Chovinismo cárnico

FRANCIA Y Alemania se han quedado sin razón. Los científicos que asesoran a la Comisión Europea se la han quitado en la disputa sobre la negativa francesa a levantar el embargo a la importación de la carne de vacuno británica, en aras de la protección de sus consumidores. El Comité Científico que asesora a la Comisión Europea ha llegado por unanimidad a la conclusión de que las carnes exportadas desde el Reino Unido son "tan seguras como las del resto de los Estados miembros" de la UE. Lo cual no es una seguridad absoluta, como lo demuestra el propio caso de las vacas locas, origen de esta disputa. Pero al menos han hablado los que tenían que hacerlo. Aunque dicho comité es consultivo y corresponde a la Comisión abrir un expediente contra Francia y Alemania -que se mantienen en sus trece-, lo razonable sería que levantaran el embargo que durante tres años y medio pesó sobre esa carne.Ambos países deben reconsiderar su posición y volver al principio en que se basa el mercado interior europeo: el de la confianza mutua, con unos controles en el Reino Unido que ayer fueron reconocidos como suficientes por el Comité Científico. Tras la cerrazón francesa late un chovinismo económico, anacrónico en la Europa de hoy, que tapa otras razones internas que parecen haber llevado al Gobierno de Jospin a esta guerra de la carne: su propia incapacidad para lograr un buen sistema nacional de control sanitario de los alimentos, y un ambiente caldeado por manifestaciones de agricultores contra nuevas aperturas de su sector al comercio internacional, que llevaron a atentar contra una hamburguesería de una conocida cadena americana.

Al estar en juego la campaña de Blair para mejorar la imagen de la UE en su país, ha sido este Gobierno quien más ha mantenido la calma, no echando aceite al fuego de la prensa popular, que se lanzó a una campaña de boicoteo de los productos franceses.

Todo lo ocurrido, incluidas anteriores ocultaciones hasta que salieron a la luz en 1996 los casos de personas mortalmente afectadas por la EEB (encefalopatía espongiforme bovina), sumado a posteriores escándalos, revela que los sistemas de supervisión y control europeos o nacionales no cuentan con la suficiente confianza de los consumidores. Y es a éstos a quienes deben proteger por encima de otros intereses.

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