Las decisiones morales tienen una base biológica
Conceptos como el bien y el mal carecen de significado para un bebé pero, al ir creciendo, el niño desarrolla una comprensión de lo que socialmente se considera comportamiento aceptable. Un estudio indica que una zona del cerebro, el córtex prefrontal, juega un papel clave en la toma de decisiones morales, y dos casos estudiados en que las personas habían sufrido lesiones en esa zona manifestaron un comportamiento amoral y similar al de los psicópatas.
El famoso caso de Phineas Gage, un trabajador ferroviario cuyo cerebro se vio dañado cuando una barra de hierro le atravesó el cráneo como resultado de un accidente con dinamita en 1848, es una de las primeras pruebas de que las decisiones sociales y morales tienen una base biológica. Gage sobrevivió al accidente, pero aunque su intelecto no se vio afectado, su personalidad sufrió una transformación y dejó de ser un trabajador concienzudo para transformarse en un holgazán irresponsable.Tras la muerte de Gage se conservó su cráneo (actualmente se encuentra en el museo de la Facultad de Medicina de Harvard) y hace unos años volvió a ser examinado por un equipo de neurobiólogos dirigidos por Hannah y Antonio Damasio, de la Universidad de Iowa. La conclusión de los investigadores fue que Gage había sufrido daños en una parte del cerebro denominada córtex prefrontal y los estudios de pacientes contemporáneos con tipos similares de daños han confirmado que el córtex prefrontal (en concreto una región denominada córtex orbitofrontal) desempeña un papel importante en la toma de decisiones sociales y morales.
Un sorprendente resultado de estos estudios ha sido que los pacientes con daños en el área prefrontal con frecuencia retienen el conocimiento objetivo de normas sociales y morales; en otras palabras, son capaces de responder preguntas sobre dilemas morales hipotéticos, aunque parecen no ser capaces de aplicar el conocimiento a su vida (por ejemplo, en una prueba habitual de razonamiento moral, a los sujetos se les plantean preguntas como si un hombre debería robar o no un medicamento para salvar la vida de su esposa, y se les pide que razonen su decisión). Por supuesto, antes de sufrir el daño cerebral, estos pacientes eran personas normales, y es de suponer que habían aprendido las mismas normas aceptadas de comportamiento que cualquier otra persona.
Pero, ¿qué ocurriría si el daño cerebral aconteciera en la primera infancia, antes de la adquisición de este conocimiento? Estos casos son muy poco frecuentes, pero como se informa en el número de noviembre de la revista Nature Neuroscience, el grupo de Iowa ha examinado a dos pacientes, ambos de unos 20 años, que sufrieron lesiones en el área prefrontal antes de los 16 meses de vida. La recuperación de ambos niños fue aparentemente excelente, pero, según fueron creciendo, empezaron a mostrar problemas de comportamiento incluso más acusados que los que típicamente experimentan los que sufren esas lesiones de adultos, como robar, mentir, abusar verbal y físicamente de otras personas, presentar un escaso interés paternal por sus hijos ilegítimos, no sentir remordimiento y no hacer planes para su futuro. No existía ninguna explicación achacable al entorno para su comportamiento; ambos chicos habían crecido en familias estables de clase media y tenían hermanos bien adaptados socialmente.
La característica más sorprendente de los pacientes con lesiones tempranas era que no sólo mostraban deficiencias en su comportamiento en la vida real, sino también en su capacidad de razonamiento en las pruebas de laboratorio. A diferencia de los pacientes con lesiones de adultos, que habían aprendido las normas aceptadas antes de sufrir las lesiones, parece que los que se lesionaron en su primera infancia nunca habían adquirido este conocimiento.
Los autores reconocen que se trata de un estudio preliminar, pero esperan que su informe llevará a la identificación de otros casos y aportará nuevas pistas sobre la base neurológica del comportamiento moral y social y sobre la idea de que sus orígenes se encuentran en el desarrollo. Asimismo comentan que estos pacientes presentan muchas similitudes con los psicópatas
© Nature News Service
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