La Iglesia de Brasil acometió en el siglo XVIII una caza de brujas de corte inquisitorial
Documentos inéditos hallados en la diócesis de São Paulo revelan un oscuro episodio
Sumarios de tipo inquisitorial hallados en los archivos de la importante diócesis brasileña de São Paulo muestran que, entre 1749 y 1771, una serie de mujeres fueron acusadas de brujería en Brasil. Los documentos estaban dentro de un baúl de metal que se había salvado de un incendio. Según la historiadora Mary del Priore, catedrática de Brasil Colonial en la Universidad de São Paulo (USP), se trata de un "descubrimiento revolucionario", ya que esos documentos, afirma, "van a servir para iluminar un territorio de la historia nacional aún en sombras".
El aspecto actual de São Paulo, pulmón financiero de Brasil, ha hecho olvidar una de sus joyas históricas: el archivo de la importante archidiócesis, que contiene nada menos que 9.000 procesos civiles y criminales. Entre esos archivos, cubiertos de polvo en estantes de cedro, ha aparecido el baúl de metal con los procesos de brujería, según ha revelado la revista Veja.Trece de estos procesos (a nueve mujeres y cuatro hombres) están escritos en una delicada fibra de paño y carcomidos por el tiempo. Una primera lectura de los documentos -nada fácil pues están escritos en un portugués arcaico en manuscritos muy deteriorados- ha sido hecha por Eliana Rea Goldschmidt, del Centro de Estudios de Demografía Histórica de América Latina de la Universidad de São Paulo. Los documentos demuestran que se daba la caza de brujas también en São Paulo, y no sólo en las capitanias prósperas de entonces, como Bahía, Pernambuco o Grão Pará donde actuaban los famosos Visitadores llegados de Europa. En São Paulo,la caza de brujas quedó en manos del clero local que, al parecer, fue menos cruel que los inquisidores europeos, ya que no se conoce con certeza que los hombres y mujeres acusados de brujería por los expias de la Inquisición, acabaran en la hoguera. Uno de los castigos típicos solía ser el exilio a África.
De los documentos encontrados se desprende que las llamadas brujas no eran más que pobres mujeres que luchaban para alimentar a su familia: parteras, lavanderas de muertos, adivinas, bendecidoras y curanderas. Según Eliana Rea, "incluso el saber femenino era visto como un ejercicio de brujería".
Estas mujeres y hombres eran acusados por los enviados de la Inquisición de disponer de un saco de objetos diábolicos como ombligos de niños, picos de pájaros y pelos huntados en sangre. Así ocurrió en el caso de Isabel Pedrosa de Anhangabaú en el proceso que le fue abierto en 1767. En realidad se trataba de una simple mendiga que juró no tener nada que ver con la brujería.
La noción de "magia" era muy amplia. Así, Patrício Bicudo da Silva fue juzgado en 1749, acusado de "tener en las manos serpientes vivas sin que fuera mordido por ellas". En otro de los procesos, sucedido en 1771, Leonor de Siqueira y Moraes y su hija Ana Francisca fueron acusadas de haber usado líquido menstrual para transformar a Manoel José Barreto en un idiota..
En aquel tiempo, Brasil se había convertido además en un lugar de brujas importadas, ya que en Portugal donde la Inquisición fue más blanda que en Alemania o España, preferían exiliarlas que quemarlas. Se calcula que entre 1450 y 1700 fueron quemadas vivas 20.000 personas en Europa acusadas de brujería.
Entre los 9.000 procesos almacenados en los archivos de la Curia de São Paulo hay de todo: procesos de adulterio, concubinato, sacrilegios, sodomía, sexo con animales y hasta promesas de matrimonio no cumplidas.
Los historiadores son unánimes en afirmar que el estudio supondrá una nueva visión de aquel periodo de la historia de Brasil justamente en vísperas de cumplirse, en el 2000, los 500 años de su descubrimiento por parte de los portugueses.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.