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"No preguntes, no lo digas" y la promesa de Bill Clinton

Cuando Bill Clinton llegó a la Casa Blanca en 1993 trató de poner en papel legal una iniciativa aireada durante su primera campaña electoral: prohibir la discriminación a los homosexuales en el ejército de los EE UU. Después de más de un año de lucha contra el Congreso, se adoptó un acuerdo intermedio que trajo más polémica que sosiego. Nació en 1994 la política del No preguntes, no lo digas (Don't ask, don't tell) que básicamente permitía al Departamento de Defensa mantener su veto inexorable a la homosexualidad en el ejército, pero permitía la presencia de gays y lesbianas siempre y cuando no lo admitieran públicamente. Sus mandos no preguntarían sobre su inclinación sexual si ellos no hablaban de ella. No serían investigados y expulsados si no había "pruebas evidentes" de su homosexualidad.Los números han demostrado que aquella medida era original pero inservible en el microcosmos del Pentágono. Según la Red de Defensa Legal del Soldado, un grupo de ayuda para los reclutas que se ven discriminados por su homosexualidad, la expulsión de gays y lesbianas del ejército estadounidense fue un 67% mayor cinco años después de implantarse la nueva política.

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Hace unos días, en una rueda de prensa de la Casa Blanca, un periodista preguntó al portavoz del Clinton, Barry Tovi, si esos datos no eran suficientes para revisar la política del No preguntes, no lo digas. En su respuesta lamentó que esa política fuera "la única posible" que acepta el estamento militar.

Un soldado muerto

En agosto, un soldado homosexual apareció muerto por golpes con un bate de béisbol en Fort Campbell (Kentucky). Dos semanas después, el Pentágono adoptó nuevas regulaciones para reducir lo que en el ejército de EEUU es un secreto a voces: el macarthismo al que están sometidos los soldados que son homosexuales, o sobre los que pesa la sospecha sobre su inclinación sexual.

El No preguntes, no lo digas pone de inmediato en la calle a quien se declare homosexual. Un simple rumor -una broma, en ocasiones- sobre la inclinación sexual de un soldado pone automáticamente en marcha una investigación sobre este aspecto de la vida privada que puede acabar con su carrera militar.

Al mismo tiempo el Pentágono quiere erradicar de alguna manera la persecución y el acoso que sufren los soldados homosexuales; algunos de ellos reciben palizas y malos tratos que no denuncian porque ello supondría alertar a los mandos sobre su homosexualidad.

Las normas impiden investigar la inclinación sexual de quien denuncie episodios de este tipo, pero nadie duda de que en la práctica una cosa seguirá llevando a la otra.

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