Una interpretación de la sangre al corazón
Fuera de concurso, se proyectó ayer en la Mostra de Venecia Música del corazón, que es una agradable caricia sentimental próxima al ternurismo, que nos da una mano conocida por todo lo contrario: la del estadounidense Wes Craven, padre de aquella feísima, terrible y sanguinaria criatura llamada Freddy Kruger, que tanto asustó al candor universal en su Pesadilla en Elm Street. En lugar de Freddy, en Música del corazón está Meryl Streep, que se desmelena en una magnífica exhibición de sus dotes para el contagio sentimental.
Meryl Streep es una actriz que, desde la maravillosa película Los puentes de Madison, ha volcado mucha inteligencia en el acoplamiento de su carrera cinematográfica a su edad, como hizo Bette Davis tras rodar Eva al desnudo.
Y es ahora, cuando parece despreocupada por sus arrugas, cuando esta gran actriz, poseedora de un prodigioso dominio técnico del arte de estar ante una cámara, comienza presumiblemente a darnos lo mejor de sí misma.
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