Colombia, en huelga
La huelga ampliamente seguida en Colombia en protesta contra la política económica de austeridad supone un nuevo aviso de la quiebra de ese Estado, pues al efecto de las guerrillas y el cáncer de la producción y tráfico de drogas se suma ahora la protesta social. Esta quiebra de Colombia preocupa tanto a sus ciudadanos como a sus vecinos, incluida la Venezuela de un agitado Chávez, y al gran hermano del Norte, EE UU, que ve en la crisis colombiana un factor de inseguridad, amplificado por las perspectivas de que antes de fin de año tendrá que poner fin a su presencia militar en el contiguo Panamá, donde Mireya Moscoso estrenó ayer su presidencia.Colombia, país con un número de habitantes similar al de España, es clave en la nueva configuración regional. El presidente Pastrana no parece controlar la situación ni una parte importante del territorio, que está en manos de las guerrillas, especialmente las FARC, con la que las negociaciones no avanzan. Pero, para mostrar su poder, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia han ocupado una central hidroeléctrica en apoyo a la huelga. Todo, incluso el entorno internacional, empieza a estar entremezclado en este país.
Por ello, lo que menos necesitaba Colombia para su precaria estabilidad era una huelga general de este tipo, aunque motivos para ello no falten cuando el país atraviesa su peor recesión desde la crisis de 1929, con una tasa oficial de paro del 20% y una deuda externa inabordable. El Gobierno de Pastrana está negociando con el Fondo Monetario Internacional un empréstito de 3.000 millones de dólares, pero el FMI exige a cambio un programa de austeridad presupuestaria y social, que apoya el presidente, pero contra el que se ha lanzado esta huelga. Sin duda, Colombia debe poner sus cuentas en orden y llevar a cabo una política económica sensata. Pero no puede hacer caso omiso de las enormes diferencias ni de las necesidades sociales. Ignorarlo es lo que ha servido en bandeja el triunfo en las urnas a alguien como Chávez en Venezuela. Lo más razonable sería impulsar en Colombia ese atisbo de apaciguamiento y diálogo entre Gobierno y sindicatos, que asomó en un momento de esta huelga, aunque la jornada se saldara con varios cientos de detenciones y choques violentos, que se cobraron al menos la vida de una niña de 10 años, en un país en el que las armas proliferan bajo las chaquetas.
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