Un legado artístico despreciado
Al fotógrafo, pintor, dibujante y publicista alemán Gustavo Thörlichen (Hamburgo, 1905/ Málaga, 1986) se le debe de estar revolviendo en su tumba toda la confianza que depositó en su día en los dirigentes del pueblo malagueño de Alhaurín el Grande, a donde donó toda la obra artística personal que tenía en su poder. Tras doce años, aquella donación se encuentra olvidada y en condiciones lamentables. Ninguna de las humildes peticiones del artista ha sido atendida. Tras doce años de oposición, la nueva corporación socialista, encabezada por el concejal y diputado Francisco Conejo, ha prometido devolver la dignidad y recuperar la obra y el nombre de un artista singular después del completo abandono de la corporación independiente. Aunque poco conocido en España, Thörlichen no fue precisamente un don nadie. Algunas de sus series fotográficas se encuentran en el MOMA de Nueva York; fue fotógrafo personal de Eva Duarte y Juan Domingo Perón, agregado cultural de varias embajadas, redactor jefe de publicaciones literarias en Alemania y Argentina, vivió como fotógrafo, ilustrador y publicista la época de las vanguardias y colaboró estrechamente con gente como Victoria Ocampo y Jorge Luis Borges. Al final de su vida, cultivó paralelamente una pintura de corte geométrico, muy cercana a la obra de los constructivistas rusos y dibujos de desnudos masculinos de corte clásico. Fue un hombre singular y generoso. Thörlichen hizo testamento en los últimos meses de gobierno socialista de Alhaurín, en septiembre de 1986. Regaló un total de 164 cuadros, 24 carpetas repletas de dibujos, cuatro ediciones de serigrafías, más de 30 carpetas y blocs de dibujos y apuntes, un álbum de fotografías en blanco y negro, cien diapositivas en color y una serie de papeles y cartas personales. El Ayuntamiento se comprometió a que una fundación difundiera y cuidara su obra. Thörlichen, que llevaba unos 15 años residiendo en Alhaurín, donde se relacionaba con todo el mundo, sólo expresó un deseo: que se le hiciera una muestra póstuma en las antiguas cuevas que hay en los bajos del Ayuntamiento. Conejo se ha comprometido a cumplirlo este noviembre. Si la Fundación nunca llegó a constituirse, el estado de los cuadros es para gritar: arramblados en el suelo, rotos o cubiertos de moho en una minúscula habitación de la Casa de la Cultura de Alhaurín el Grande. Allí están hacinados en una estantería metálica sin protección alguna, mezclados con carteles de la feria local, botellas de aceite de girasol, material para juegos de la ludoteca municipal, objetos insólitos y basura. Todas las diapositivas que se hicieron tras la donación para archivar la obra están sulfatadas. Sólo los dibujos, que se guardaron en el mueble que el propio artista utilizaba, y las fotografías, que guardó en su casa Maite Rengel, trabajadora social en Alhaurín que le atendió durante los últimos meses de su vida, se han librado del desastre.
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