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Vecinos y, sin embargo, amigos

Ni Ceuta y Melilla ni los demás contenciosos empañan los ojos de Marruecos en su relaciones con España

Ángeles Espinosa

ENVIADA ESPECIALMientras los gobernantes de ambos lados del Estrecho subrayan la buena salud de las relaciones bilaterales, los problemas de la pesca, el narcotráfico, la emigración clandestina y, de vez en cuando, la reclamación de Ceuta y Melilla, envían un mensaje contradictorio que refuerza el tópico de una malquerencia entre España y Marruecos. Sin embargo, más allá del recurrente pasado común y de las diferencias en algunos asuntos concretos, tanto empresas privadas como proyectos públicos están sentando las bases de una cooperación que la geografía hace inevitable. Y nadie en Marruecos habla de Ceuta y Melilla, a menos que se le pregunte.

Dentro y fuera del Gobierno, todo el mundo repite en Rabat que "España es un país amigo, con el que existen buenas relaciones de vecindad y con el que la descolonización se llevó a cabo sin grandes traumas". "Eso es un gran capital", precisa el secretario general del partido Istiqlal (nacionalista y conservador), Abás el Fasi, que acaba de regresar de un viaje por España y califica las relaciones de "excelentes", a tenor de los contactos que ha mantenido con responsables de los principales partidos políticos e instituciones españolas. "He constatado que hay incluso un ambiente de colaboración", asegura, antes de añadir que "los 3.000 marroquíes que estudian en España no son sólo del norte sino de todo el país, lo que significa que la juventud marroquí quiere abrirse a la cultura española".

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Coincide en esa apreciación el ministro de Comunicación, Mohamed Larbi Mesari, quien atribuye el desencuentro a que "durante todo este siglo las mayores desgracias que tuvo España vinieron de aquí: la primera guerra del Rif (1906), la ocupación de la zona norte y del Sáhara, el desastre de Anual, incluso la guerra civil española". Mesari, un hispanista vocacional, afirma que "España no se ha liberado de la carga histórica", mientras que "esto no pasa en Marruecos". Y apoya su aserción con una reciente encuesta entre las élites marroquíes, a las que se preguntó qué países consideraban modelo de desarrollo: España quedó en tercer lugar, tras Alemania y Japón.

El éxito político de la transición y el desarrollo económico son objeto de una sana envidia por parte de los marroquíes. A pesar del indudable peso de Francia entre las clases dirigentes del país, son muchos quienes confiesan que su modelo está en Madrid y no en París. Sin embargo, en España "Marruecos se percibe como un país atrasado y con cierto desprecio", se duele Mesari. Esta opinión suele cambiar cuando se produce un contacto directo. "Hace unas semanas hemos recibido a un grupo de jóvenes catalanes y quedaron sorprendidos porque no se esperaban lo que vieron", comenta. El Fasi recuerda, como ya destacó José María Aznar durante su reciente visita a Rabat, que 800 empresas españolas están implantadas en Marruecos.

"España es el segundo socio comercial de Marruecos y el segundo inversor extranjero", señalan fuentes diplomáticas españolas. Un puesto éste que puede convertirse en primero cuando en las cuentas del presente ejercicio se incluyan los 1.000 millones de dólares (156.000 millones de pesetas) que un consorcio internacional encabezado por Telefónica ha pagado por la segunda licencia de telefonía móvil. Esa cantidad equivale al 70% del presupuesto nacional y a un 10% del PIB, por lo que se comprende su impacto en el mundo político y financiero marroquí. "La inseguridad jurídica y una burocracia endiablada hacen complicada la inversión", reconocen las fuentes consultadas que, aun así, consideran que "invertir en Marruecos es una apuesta a caballo ganador". De momento, la ayuda no retornable de España (2.200 millones de pesetas en 1997) y su operación para convertir deuda en inversión (11.000 millones en 1998 que pueden duplicarse este año), constituyen una apuesta que Marruecos tiene mucho interés en no frustrar.

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Todos los interlocutores consultados reconocen que "España ha hecho un esfuerzo" hacia Marruecos, pero aclaran que "incluso entre los amigos existen problemas". Y éstos son hoy la emigración ilegal, el tráfico de droga y la pesca. Sin embargo, nadie cree que la tradicional reclamación de Ceuta y Melilla constituya un verdadero obstáculo entre ambos países.

Tarik Yahya, el joven alcalde de Nador, explica en un español impecable que los dos primeros asuntos son fruto del atraso socioeconómico. "El problema de la droga se soluciona en 24 horas", asegura, "las que se tardan en tomar la decisión de desarrollar el Rif". Más difícil es, en su opinión, atajar la emigración clandestina. "Nunca en la historia", recuerda, "se han podido parar estos movimientos, que son una forma de reequilibrio regional". Y sabe de lo que habla, porque su región es el centro de cultivo de hachís y la base de las mafias de la patera. "Los rifeños siempre hemos sido los malos de la película", bromea Yahya. "España todavía no ha sabido tratar con Marruecos en términos de cooperación real, de igual a igual".

Respecto a Ceuta y Melilla, la unanimidad es prácticamente absoluta. "Pedimos lo nuestro, acabar con la época colonial, con los vestigios históricos para empezar el futuro", resume Mesari, "pero no vamos a ir a una guerra por ellas".

"Además, en el 2010, con la zona de libre comercio entre Marruecos y la Unión Europea, esas fronteras dejarán de tener sentido", concluye, haciéndose eco de un sentimiento bastante extendido.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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