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EE UU y Canadá prohíben que donen sangre quienes vivieron en el Reino Unido entre 1980 y 1996

La medida, que sopesan Japón y Australia, busca evitar el contagio del mal de las 'vacas locas'

Isabel Ferrer

Los Gobiernos de EE UU y Canadá han ordenado a sus respectivos bancos de sangre nacionales que rechacen las donaciones de los ciudadanos que hayan vivido o frecuentado el Reino Unido entre 1980 y 1996, cuando la epidemia de las vacas locas, cuya variante humana se ha cobrado 43 vidas, destruyó la cabaña británica de ganado bovino. Como no se ha podido demostrar aún que la infección pueda ser transmitida con las transfusiones, la prohibición ha sido presentada como una precaución. Japón y Australia estudiaban ayer tomar una decisión similar.

En EE UU no se ha producido de momento ningún caso de la enfermedad, ya sea en su versión humana (mal de Creutzfeldt-Jakob), o bien la encefalopatía espongiforme bovina misma (EEB). La propia organización oficial que controla los alimentos y las medicinas (FDA, en sus siglas en inglés) ha reconocido que carece de pruebas concluyentes acerca de un posible contagio de la infección, "pero las investigaciones más serias tampoco excluyen dicha posibilidad, así que hemos preferido prevenir", señalaron ayer sus portavoces.La nueva norma prohíbe donar sangre a las personas que hayan pasado seis meses en el Reino Unido entre 1980 y 1996, en pleno brote epidémico, y deberá hacerse efectiva en un plazo de seis meses. Una vez recibida la orden, la Cruz Roja ha calculado que el veto supondrá la pérdida del equivalente al 11% -un millón de unidades- de la sangre ahora almacenada.

El Ministerio de Sanidad de Canadá afrontaba ayer un problema similar. En su caso, la aplicación de normas iguales a las de la FDA supondrá la pérdida de un 3% de sus donantes habituales de sangre, y tendrán menos tiempo para ponerse al día: la fecha de aplicación de la medida es el 30 de septiembre. La rápida reacción actual es consecuencia directa de una enorme crisis sanitaria registrada en Canadá a principios de esta década, en la que miles de personas contrajeron hepatitis B y el virus del sida después de recibir sangre contaminada que no fue debidamente analizada por los expertos.

El ministerio británico de Sanidad se limitó a considerar ambas decisiones como "innecesarias, aunque legítimas". Sus portavoces recordaron a continuación que el Servicio Nacional de Sangre tomaba las decisiones en este terreno. Sus miembros reconocieron que la noticia les había cogido por sorpresa, y harán pública hoy una declaración al respecto.

Australia y Japón estudiaban ayer tomar una decisión similar a la de EE UU y Canadá. Las autoridades sanitarias japonesas llevan varios meses evaluando las consecuencias de una prohibición parecida. Como sucede con el caso canadiense, el recuerdo de otras crisis sanitarias obliga al Gobierno a ser muy cuidadoso. Tokio permitió hasta diciembre de 1985 el uso de derivados sanguíneos sin analizar, y cerca de 8.000 hemofílicos se contagiaron con el virus VIH.

El caso australiano tiene un valor añadido. Dados los estrechos lazos entre la antigua colonia británica y Londres, rechazar la sangre de los ciudadanos que hayan visitado el Reino Unido en las fechas cruciales -el 29% de la población, según las estimaciones- supondría perder un 5% de las donaciones. "Nosotros lo notaríamos más que EE UU o Canadá, y por eso debemos ser muy cautos antes de actuar", señaló Tony Keller, presidente del comité de sanitario de la Cruz Roja nacional. Dicha organización y el propio gobierno prefieren esperar los resultados de un estudio encargado a Colin Masters, el mayor experto australiano en la materia.

Otros países, como Francia y Alemania, descartaron ayer medidas similares, pero ambos países pidieron a las autoridades europeas una resolución sobre el asunto. En España, la Comisión Nacional de Hematología está considerando adoptar medidas preventivas para evitar el contagio (filtración de linfocitos), pero "en ningún caso" éstas supondrán una exclusión de los donantes que hayan viajado al Reino Unido, según afirmó una fuente del organismo a Europa Press.

La encefaloptía espongiforme bovina (EEB) es una enfermedad neurológica que ataca el sistema nervioso de las reses. Los tropezones y caídas de los ejemplares afectados popularizó otro nombre mas asequible: enfermedad de las vacas locas. Los microbiólogos creen que el vehículo transmisor fueron los piensos elaborados con restos de cadáveres de vacas y ovejas ya enfermas, y que fueron prohibidos a finales de los años 80. La variante humana de la infección se denomina mal de Creutzfeldt-Jakob. Produce efectos similares en los enfermos que consumieron carne infectada de vacuno. Hasta la fecha, 43 personas han fallecido en el Reino Unido, que sólo ahora ha visto levantado el embargo sobre sus exportaciones cárnicas impuesto por la UE. Un comité del Parlamento británico calculó ayer en algo más de un billón de pesetas las pérdidas ocasionadas por el escándalo al país.

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