Tras la pista de Robinson

El marino Alejandro Malaspina, al que muchos comparan con el célebre capitán Cook, admiraba a Daniel Defoe hasta el extremo de viajar con su obra favorita, Robinson Crusoe, en la corbeta que le llevó durante cinco años por una parte de las colonias españolas. El navegante, que "protagonizó la mayor aventura española en la época de la Ilustración", no pudo, sin embargo, realizar uno de sus sueños: desembarcar en la isla de Juan Fernández, donde Defoe situó al náufrago protagonista de su novela. Malaspina llegó hasta la isla del Pacífico, pero los vientos le jugaron una mala pasada y perdió la noción del viaje. "Viajar hace 200 años era una auténtica aventura, las mediciones se realizaban bajando en barcas en medio de un riesgo impresionante en muchos casos", asegura Emilio Soler.El autor de La aventura de Malaspina destaca también la capacidad crítica del personaje retratado en el libro. "Con frecuencia se preguntaba cómo era posible gobernar América sin conocerla", dice Soler, quien, como ejemplo de la excéntrica escala de valores que en lo social tenía la Monarquía borbónica, relata la sorpresa del marino al verse obligado a cargar en una fragata, durante un viaje de vuelta a España, un huésped excepcional asistido por cuatro criados: una elefanta, regalo para el rey de España. Aquel incidente le sirvió al reflexivo Malaspina para filosofar sobre los confusos valores en que se apoyaba el régimen español, que concedía más consideración a un aninal que al bienestar de tantos súbditos tagalos".

A juicio de Soler, el ejemplo de la elefanta es uno de los casos de la España de esa época que todavía tienen su correspondencia en la España del PP.