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La amenaza militar norcoreana une a Seúl y Tokio en un frente común

Los planes norcoreanos de probar un misil intercontinental este mes han provocado un giro radical de la estrategia militar y diplomática en Japón y Corea del Sur. Tokio quiere ampliar los límites constitucionales a sus Fuerzas Armadas, ha aceptado participar en un sistema de defensa contra misiles desarrollado por el Gobierno de EEUU y ha acelerado sus planes para un sistema de vigilancia por satélite. Seúl desconfía de Tokio, pero se plantea cooperar con su Gobierno frente a la amenaza común.

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La decisión más sorprendente del Gobierno japonés es, probablemente, la posibilidad de proveer a sus hasta ahora inofensivos aviones con un equipamiento de ataque capaz de repeler posibles agresiones norcoreanas. Las autoridades niponas reconocen que actualmente no tienen capacidad de ataque. Pese a que hace mucho que los misiles norcoreanos son capaces de alcanzar Japón, la opinión pública japonesa no ha mostrado su preocupación hasta hace relativamente poco. Generales de las Fuerzas Armadas japonesas creen que la prueba norcoreana puede empujar a aumentar sus inversiones en defensa.En Corea del Sur, un blanco más fácil para los misiles y la artillería de Pyongyang, el Gobierno ya ha mostrado su voluntad de fabricar armamento capaz de llegar a la mayor parte del territorio de su vecino del norte. Un acuerdo suscrito con Washington en 1979 obliga a Seúl a consultarle si quiere fabricar misiles con un alcance superior a los 180 kilómetros, pero EEUU colaborará con las autoridades surcoreanas para sobrepasar ese límite si se une al Régimen de Control de Tecnología de Misiles. EEUU ha intentado disuadir a Corea del Norte de que lleve a cabo las pruebas a través de una serie de visitas y comunicados, mientras se aseguraba el apoyo de sus aliados en la región. El mensaje que se ha intentado transmitir es que lanzando un misil que podría alcanzar Alaska o Hawai, Pyonyang no tendría nada que ganar y mucho que perder. Aun así, este proceder muestra la escasez de recursos para negociar a corto y medio plazo con uno de los regímenes más impredecibles.

El secretario de Estado norteamericano, William Cohen, que estuvo de visita en Tokio la semana pasada, propuso la táctica del palo y la zanahoria. "Estamos preparados para trabajar con Corea del Norte para abrir oportunidades económicas y políticas, y Corea del Norte debería aprovechar para construir una nueva y positiva relación", afirmó Cohen. Si rechaza el camino de la moderación "bloquearía una potencial cooperación".

Cohen también se refirió a Corea del Norte durante su escala en Seúl. El representante estadounidense aseguró que su Gobierno movilizaría "todos los medios necesarios" contra Pyonyang si lanza su nuevo misil Taepodong 2, pero excluyó el uso de la fuerza.

Esta afirmación refleja las opciones que se barajan en Washington, Tokio y Seúl, donde se va aceptando cada vez más que no se puede hacer nada por evitar la prueba norcoreana.

Las opciones irían encaminadas hacia un "marco consensuado en el que Pyongyang se comprometa a abandonar la proliferación de armas nucleares. A cambio, Corea del Norte recibiría comida y combustible.

Pero lo que en Occidente se consideran zanahorias -más comercio, ayuda, contactos políticos- puede ser lo que más se teme en Pyongyang porque su economía es tan frágil que incluso una leve apertura podría desestabilizarla.

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