Variedad del grabado

JOSÉ LUIS MERINO Con el título Edición gráfica en España. Panorama se ha montado una exposición de diferentes técnicas del grabado en el Museo San Telmo de la capital donostiarra. Son 52 artistas que aportan una obra cada uno. El encargado de seleccionar las obras ha sido el artista y estampador norteamericano, afincado en Guipúzcoa desde hace muchos años, Don Herbert. Las obras proceden en gran parte de la colección del propio Herbert, más las que cedieron algunos de los artistas expuestos, a las que se suman otras provinientes de la Calcografía Nacional y de las colecciones de la Galería Altxerri, Arteleku y San Telmo. La exposición es sumamente variada, porque las técnicas son múltiples. Sobre todos los demás usos técnicos, destaca la utilización de la litografía. Luego se reparten los métodos entre aguafuertes, aguatintas, grabado al corborundo, aguatinta al aceite, más unos leves aportes serigráficos y xilográficos. Mientras el visitante recorre las dos salas de San Telmo, casi sin proponérselo compara las maneras de trabajar la misma técnica por unos artistas y otros. Quiere pulsar quién domina la técnica con mayor maestría. Es lícito que el aspecto técnico sea un punto a tener en cuenta, aunque sería erróneo asumirlo como el único. Otros valores deben tenerse en cuenta, empezando por el contenido de la propia obra, aquello que es el resultado final de la aplicación de tal o cual técnica. Incluso dentro de lo estrictamente técnico, una obra puede haberse concebido sin demasiadas complicaciones formales, buscando exclusivamente el alarde de la técnica a aplicar, en tanto otra, basada en un planteamiento de atrevida complejidad, por ejemplo, se ha buscado llevarla a cabo con una gran pericia. Es fundamental conocer las dificultades de las propuestas para poder calibrar los logros de cada obra mostrada. En cuanto a los nombres y la calidad de las obras, el plantel es muy bueno. Hay un aguafuerte de Picasso, de 1967, lleno de libertad en el trazo y desparpajado en el tema, aunque puede parecer feo, porque, como decía Jean Cocteau, Picasso va más deprisa que la belleza. Un aguafuerte de 1988 de Tàpies exhibe en su formato de dos metros por un metro su mundo de densidad matérica, que lleva implícita la magia de lo secreto. En lugar destacado hay que reseñar una aguada, aguatinta y punta seca del donostiarra Bonifacio. Con esta obra ganó el Premio Nacional de Calcografía en 1993. Es una obra espléndida, donde los personajes imaginarios vuelan ante los ojos deleitosos de los espectadores. En ella la búsqueda de los contenidos va pareja con la sabiduría de lo puramente técnico. Una sutilísima litografía de Miquel Barceló deja un grato recuerdo. Como lo hace también la litografía de Luis Gordillo titulada Los hombres patatas aman profundamente a las mujeres patatas. No puede pasar desapercibida una aguatinta de Andrés Nagel de 1986. Sobre un fondo más o menos naturalista, el artista introduce sus personajes y objetos, ambos dislocantes, y la atmósfera del todo resulta inquietantemente extraña. Alfredo Alcain deja su aporte con una litografía muy reciente (1998), donde unas líneas rotundizan los temas de un bodegón, mientras el fondo se torna convulsivo. Vicente Ameztoy está representado con una litografía de 1997, hecha sobre compulsivos y mínimos trazos. Un puntillismo gestualizante, al servicio de cuatro focos distintos. Hay un alcorlo, que continúa con un humor amargo y ciego. Y es divertido, en otro sentido, lo que propone Robert Llimós: una litografía que tiene mucho de cartel. Como lo tiene el cartel hecho por Guinovart para el Festival de Jazz de San Sebastián de 1995. Las formas peculiares de Eduardo Chillida en la aguatinta de 1989 se dejan notar. Es una obra cuyo autor no puede ser sino escultor. La obra firmada por Enrique Brinkmann, Premio Nacional de Calcografía en 1994, es una pieza casi musical. Gustarán mucho las obras de Alfonso Fraile, quien se va alzando como un notable artista ahora que ya no está entre nosotros, y la de Monir, como la de Marta Cárdenas. Merece atención especial Zumeta, en su lucha particular por tener que someterse a la constricción del medio litográfico, él que aspira siempre a la libertad sin límites. Sugerente la obra de Eva Lootz. Técnicamente impecable el aguafuerte de Antonio Lorenzo. Son muchas las bondades de la muestra, que viene a formar parte de los Encuentros de Gráfica Okupgraf 99, promovidos por Arteleku y coordinados por Mariano Arsuaga. Faltan memorar otros autores con buenas aportaciones, tales como Albacete, Sicilia, Alcolea, Mari Puri Herrero, Sanz, Genovés, Hernández, Baroja Collet, más otros como Miguel Ángel Blanco o Bellver.