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Miquel Barceló despliega en Mallorca la magia cotidiana de sus tierras cocidas

El artista expone en su isla, por primera vez desde 1982, medio centenar de cerámicas

"La cerámica no es para mí una obra menor, ni un divertimento; es también obra principal", sostiene Miquel Barceló al calor de su exposición sólo de tierras cocidas en el horno de un tejar antiguo, que entre hoy y el mes de octubre estará abierta en el Museo March de Arte Español Contemporáneo de Palma. Es la primera muestra monográfica de sus arcillas, manipuladas en el momento y después sometidas al fuego, "sin colorines", indica. Desde 1982, Barceló (Felanitx, 1957) no exponía en su tierra, la isla de Mallorca, que es también el crudo territorio madre de las arcillas que maneja.

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El valor decorativo

"Creo que es injusto que todo cuanto pinto o hago en Mallorca cada temporada sólo lo vean mis amigos en el taller. Me gustaría presentar, aunque fuera una semana y de manera espontánea, sin ceremonias ni catálogos, cinco o seis piezas. El sistema expositivo normal del siglo XX ha quedado algo desfasado, pero ése ya es otro discurso", razona el creador desde su casa de París. En esta época Miquel Barceló pinta básicamente de noche en su estudio, en horas de silencio, hasta las cinco o las seis de la madrugada: "Eres el último que llamas a este teléfono; hoy lo he anulado porque ya está "quemado", dice en tono clandestino este artista asediado e imprescindible en la vanguardia.

"Acabo de pintar dos cuadros de Copito de nieve (el único gorila albino, de Guinea, que permanece en el zoo de Barcelona); me gustan mucho y pocas veces me complace totalmente una obra al terminarla. Creo que son de los mejores cuadros de los últimos 20 años, de verdad. Copito aparece altivo, con los brazos en cruz saliendo del mar en una playa, como en El nacimiento de Venus, de Boticelli". Entusiasmado e irónico, el artista señala las semejanzas del objeto de estos dos cuadros con personajes como Jordi Pujol o Josep Lluís Núñez.

Planes futuros

A los 42 años, el artista mallorquín tiene una amplia agenda de presentaciones en museos internacionales y muestras en galerías privadas de varios países, que se proyecta varios años en adelante. Mientras tanto se suceden sobre él los estudios y tesis doctorales e investigaciones sobre aspectos de su obra que el propio artista desconoce. La misma exposición preparada en Palma por la Fundación Juan March irá al Museo de Cerámica de Barcelona. Doscientas obras sobre papel de las dos últimas décadas ocuparán las salas de pintura del Reina Sofía de Madrid en septiembre de este año. En Nueva York efectuará sendas exposiciones de pintura y cerámica.

Más adelante, Barceló abrirá puertas en museos de México, São Paulo y Río de Janeiro. "Allí será más fácil que los coleccionistas de Estados Unidos cedan para las exposiciones los cuadros que adquirieron a Leo Castelli y que hace años que no se ven públicamente", razona el pintor, cuya trayectoria será también analizada en Londres y Tel Aviv.

Trescientas cerámicas se plantarán en el Museo de Artes Decorativas de París. "Está junto al Louvre -en donde expuse un cuadro- y el Jeu de Paume, en donde ya presenté mis obras. De esta calle parisiense únicamente me queda el Grand Palais", dice entre sonrisas.

Hablando de museos, Barceló señala que, para él, el museo ideal "es un museo invisible". "Fui a conocer el Guggenheim, pero sólo lo vi desde fuera. Pienso que debería ser más importante el contenido que el contenedor y el Guggenheim es como una gigantesca escultura, demasiado imponente".

De momento, Miquel Barceló ha encontrado en la cerámica un universo elemental y sugestivo para su obra. No en vano, los colores de tierra y los ocres han sido los dominantes en la paleta de este pintor. "Lo llamamos cerámicas, son piezas naturales, primigenias blancas, negras, rojas o color tierra", matiza, "pero estrictamente no deberían denominarse así porque no uso la capa de cobertura brillante o pintada. Ya está bien, como si las llamaran macramé. Es otra forma expresiva tan importante como la pintura".

Las piezas que se exponen ahora en Mallorca han sido realizadas en los últimos tres años y pertenecen todas a colecciones particulares. "Algunas de las primeras piezas las hice años atrás en Malí: terracotas cocidas con boñigas de vaca en un horno descubierto: las cabezas de Pinocho muerto y retratos de conocidos, torsos adolescentes como ánforas incompletas que parecen cráneos de asno".

En la alfarería de Can Murtó, de Artà, no lejos de su estudio y casa de Ferrutx, Miquel Barceló ha trabajado durante las dos últimas temporadas con el alfarero Jeroni Ginard. "Me gusta porque él no es un posmoderno ni ha reencontrado el oficio; sigue la tradición con auténtica naturalidad".

En el tejar hay montones de tiestos rotos, obras en proyecto que infartaron, intentos que fueron fragmentados o desechados por el autor o quebrados por el fuego. Por cada una de las piezas expuestas el artista confiesa que ha destrozado muchas. "De cada 10 cerámicas empezadas se salva sólo una. A veces he llegado a destruir 100 para sacar una", indica. "Hay cierto instinto criminal en la acción creativa".

"Éste es un trabajo muy primario que me gusta mucho", prosigue Barceló. "El fango tiene una ductilidad y una sensibilidad diferente a todo. Cambias una forma 10 veces en un segundo; es admirable. Remite a lo milagroso, casi bíblico, como si la arcilla fuera un cuerpo entre tus manos. Cuando me dedico a la cerámica, lo hago exclusivamente".

"Ahora me he parado, pero ya volveré con ella. Los únicos cuadros que he pintado en esta época están centrados en un solo tema: el taller de cerámica. Intentaba darles a las telas de entonces la misma ductilidad del fango. Me gustaba mucho la metáfora: la pintura como si fuera arcilla, que no se seca nunca", reflexiona.

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