Hacia una solución balcánica global
La retirada de las tropas serbias se produce sin mayores contratiempos por el momento, y el despliegue de las fuerzas de la OTAN no se está topando con mayores dificultades que algún incidente aislado. Rusia llegará a un acuerdo con la Alianza para resolver la situación creada por la rocambolesca entrada de un pequeño grupo de soldados rusos en el aeropuerto de Pristina. Nadie quiere ignorar el amor propio de Moscú, negarle un consuelo ni recursos para desactivar la propaganda de los enemigos de la democracia en Rusia. Pero todos están de acuerdo en que una zona de control exclusivo ruso llevaría a la división de Kosovo. Los Balcanes, en tal caso, volverían a arder en Kosovo, Bosnia, Macedonia o Montenegro. Y todo parece indicar que europeos, americanos y rusos tienen la firme decisión de que esta guerra sea la última en la región. Están de acuerdo en que no se puede permitir allí otro conflicto armado. Los costes son excesivos y el riesgo inasumible. La construcción de la paz y la estabilidad en los Balcanes ha entrado ya en una nueva fase. La inevitable y muy comprensible huida de los serbios de Kosovo por miedo a represalias es una tragedia más por la que Slobodan Milosevic deberá responder.
La Iglesia ortodoxa, por desgracia tanto tiempo callada ante las atrocidades cometidas en nombre del pueblo serbio, se ha pronunciado ya contra Milosevic. Muy tarde, desde luego. Pero es un primer paso en el camino de la sociedad serbia para integrarse de nuevo en la comunidad internacional. En las próximas semanas y meses serán previsiblemente muchos más los pasos que se den en este sentido. Los funcionarios del aparato político, policial y mafioso de Belgrado comenzarán muy pronto a dudar si les compensa la defensa a ultranza de Milosevic y sus cómplices. Comienzan tiempos duros para los beneficiarios del aparato de extorsión, robo, pillaje e intoxicación que Milosevic ha alimentado durante estos 12 últimos años. Las turbulencias políticas van a ser violentas en Belgrado. Quizá sangrientas. Pero su único final posible es la desaparición del líder supremo y su camarilla.
Cuando esto suceda, la comunidad occidental tiene que tener ya bien definido el nuevo orden balcánico que, paradójicamente, vendrá a parecerse mucho al de la confederación balcánica que el líder comunista búlgaro Georgi Dimitrov propuso en su día a Stalin para neutralizar los conflictos étnicos en la región. La caída de Milosevic es la condición pendiente para poner en marcha un amplio plan para crear un espacio común, comercial primero, político después. Las fronteras que los pueblos yugoslavos erigieron para defenderse de Milosevic perderán vigencia cuando su amenaza desaparezca. Los países vecinos saben de los beneficios de esa apertura regional que les facilita el acceso a Europa occidental
El primer paso en este proyecto es la imposición de un protectorado internacional en Kosovo, ya en marcha. Pero también Albania quedará en la práctica bajo control y protección internacional. Y, en buena medida, Macedonia. Ambos Estados necesitan una ayuda masiva que no van a poder administrar por sí mismos. Orden público, lucha contra las mafias y relanzamiento económico serán, en gran medida, responsabilidad de la Unión Europea y Estados Unidos.
Europa debe ser consciente de que si no asume el liderazgo en la construcción de esa base de bienestar y esperanza, no debiera llorar después si el sur de los Balcanes se convierte en una base permanente de Estados Unidos. El desmantelamiento paulatino de las fronteras en los Balcanes es la única forma de evitar que vuelvan a ser motivo de enfrentamiento. Costará mucho dinero y la permanente presencia occidental en la región durante generaciones, militar, policial, administrativa y económica. Pero que nadie dude de que toda alternativa es más cara.
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