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ELECCIONES EUROPEAS 1999

La abstención y el voto de castigo favorecen la mayoría conservadora en el Parlamento Europeo

La bajísima participación y el espectacular sorpasso del Partido Popular Europeo (PPE), que aventaja ahora en 45 diputados a los socialistas, hasta ahora el mayor grupo de la Cámara, son las dos notas dominantes de las elecciones al Parlamento Europeo. Lo primero se explica por el desencanto europeísta que parecen vivir los ciudadanos de la Europa rica, no compensado por el apoyo de los países de la Cohesión. Lo segundo se debe al castigo de los votantes a los Gobiernos socialistas de Francia y Alemania, pero no hay una subida general de los populares en el resto de Europa.

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Ayer tarde aún no había datos de participación en el conjunto de la Unión Europea (UE). Pero las tasas país por país revelan que los votantes se han quedado en sus casas en los países ricos más que en los pobres. La tasa de participación ha subido en tres países de la Cohesión y ha bajado tan sólo un punto en Grecia. En España, que ha contado con el arrastre que suponía la celebración de comicios municipales y autonómicos, la participación ha sido del 64,3%, frente al 59,1% de hace cinco años. En Irlanda, el país más beneficiado en términos relativos por las ayudas europeas, acudió a votar el 50,5% del censo, seis puntos más que en 1994. Y en Portugal, un país de larga tradición abstencionista, votó el 40,4% de los electores, cinco puntos más que en las anteriores europeas.

El desencanto de los ricos

Es en los países ricos, desencantados por las denuncias de corrupción aparatosamente divulgadas por el Parlamento Europeo a lo largo de todo este año, donde la abstención crece de manera más significativa. El caso más espectacular es el de Alemania, precisamente el país donde más se cuestiona el dinero que cuesta la construcción europea para las arcas nacionales y cuyo Gobierno ha desempeñado la presidencia semestral de la UE. Sólo el 45,2% de los alemanes acudieron a votar, frente a tasas del 60% (1994), el 62,4% (1989), el 56,8% (1984) y el 65,7% (1979).

La participación más baja se ha dado en el muy euroescéptico Reino Unido, donde sólo el 23% de los votantes acudió a su cita con las urnas. En los cuatro comicios europeos anteriores, la participación osciló entre el 31,6% y el 36,4%. Los ciudadanos de los nuevos socios de la Unión Europea, que por primera vez votaban directamente al Parlamento Europeo, también han sido muy poco entusiastas: el 30,1% fue a votar en Finlandia, el 38,3% en Suecia y el 49,0% en Austria.

El presidente electo de la Comisión Europea, Romano Prodi, alcanzó un buen resultado en términos nacionales, pero, al carecer del apoyo de uno de los dos grandes partidos, su éxito parece muy limitado para que pueda considerarse legitimado por el voto del domingo, e incluso su lista ha sido superada por la de la comisaria Emma Bonino, que tampoco pertenece a una gran familia política. En todo caso, el gran triunfador en Italia ha sido Silvio Berlusconi. Forza Italia logró el 25,2% de los votos, por encima del resto de las formaciones.

El cambio de partido líder en el Parlamento Europeo parece deberse más a cuestiones nacionales que a un verdadero cambio de tendencia en el electorado europeo.

El triunfo del Partido Popular Europeo se explica por el descalabro de los laboristas británicos (que han pasado de tener 61 diputados a quedarse tan sólo con 30), y el soberbio resultado de los conservadores (que pasan de 17 a 37 escaños). La dimensión del cambio se debe en parte al cambio de sistema electoral (que ha pasado a ser proporcional) y al voto de castigo por la gestión de Tony Blair.

En Alemania, las cifras son menos espectaculares que en el Reino Unido, pero revelan también un fuerte voto de castigo al canciller Gerhard Schröder, acompañado de un severo correctivo a los Verdes, el socio minoritario de la coalición de Gobierno. Los socialdemócratas pasan de 40 diputados a 33, y los verdes alemanes, de 12 a 7. Mientras, la oposición conservadora asciende de 47 diputados a 53.

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