Generosidad
La verdad es que no conocí a Torcuato Luca de Tena hasta hace poco más de un año. Por circunstancias y lejanías generacionales no había tenido nunca esa oportunidad. Sus vinculaciones con el cine pertenecían a otros momentos, otras épocas. Como cinéfilo recordaba la versión que Rafael Gil hizo de La otra vida del capitán Contreras, con Fernando Fernán Gómez, o la de Embajadores en el infierno, de José María Forqué. Creo que en México se llevó al cine Los renglones torcidos de Dios, y siempre he oído el proyecto de trasladar a película Edad prohibida, lo que, salvo que se haya hecho también en México, no me consta.Hace poco más de un año, Rosa García, productora intrépida e independiente donde las haya, me llamó para ofrecerme la adaptación y posterior dirección de la hasta entonces última novela de Torcuato. Se llamaba, y se llama, Primer y último amor. Acepté porque entendí que entre sus páginas latía una estupenda historia cinematográfica, que, sin embargo, habría que transformar, si pretendíamos convertirla en una buena película. Y pensé que su autor, enamorado de su propia historia, no iría a dar excesivas facilidades. Fue entonces cuando conocí a Torcuato Luca de Tena y cuando descubrí su talante y su generosidad. No puso ninguna dificultad, aceptó mi punto de vista, necesariamente nuevo, y aprobó el proyecto. Pasados los meses y ante la primera versión del guión cinematográfico de su novela, comprendió las distancias estructurales y de lenguaje entre cine y literatura, y aplaudió, pienso que satisfecho, el nuevo punto de vista.
Primer y último amor terminará, espero, siendo una película, y desde aquí se la dedico a su autor y su entendimiento y generosidad con el cineasta.
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