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Tribuna
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En busca de autonomía

Andrés Ortega

Si los socialistas europeos, dominantes hoy en la Unión Europea (UE), proclaman en su manifiesto electoral Más que nunca: Europa, la guerra de Kosovo ha puesto de relieve que tal llamamiento, ante la pavorosa falta de Europa, debería ser algo más que palabras. Probablemente esta crisis no se hubiera desarrollado del mismo modo si la UE hubiera dispuesto de una política exterior y de seguridad común (PESC) auténtica, y de una capacidad militar autónoma. Pero al menos la UE parece finalmente animarse a tomarse más en serio esta carencia. Esta semana, el Consejo Europeo puede demostrarlo de dos modos: designando a un míster Pesc, y lanzando una revisión del Tratado de Amsterdam, que, junto a otros aspectos, suponga un avance real en la Identidad de Defensa Europea. Está por ver hasta qué punto.Al menos, los países grandes, e incluso algunos pepsi (como se llaman a sí mismos los países pequeños sin importancia) de la UE que pertenecen a la OTAN, empiezan a manifestar deseos de colmar estos déficit. Una señal de la seriedad de sus propósitos sería que decidieran nombrar a una personalidad política fuerte -como Javier Solana- como míster Pesc. Tendrá que inventarse su papel, lo que puede provocar un cambio en los equilibrios institucionales de la UE, pues ésta es una figura del Consejo de Ministros, frente a la propia presidencia semestral de este Consejo, que es la que ejerce la representación exterior de la Unión, y la propia Comisión, que tiene un importante papel exterior. Habrá que buscar un reparto de funciones, lo que no se hará sin tensiones.

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Míster Pesc es más que un nombre, una mezcla de tratamiento británico y siglas en francés y en español, formalmente alto representante de la política exterior y de seguridad común. Pues contará con una nueva capacidad de análisis y previsión propios, y, sobre todo, porque es una función que suma a la muy importante, si bien siempre discreta, de secretario general del Consejo de Ministros de la Unión. Si a esto se añaden las posibilidades del Tratado de Amsterdam y de las intenciones expresadas por Francia y el Reino Unido en diciembre y el sábado en Toulouse por Chirac y Schröder, de llegar a integrar en la UE esa eterna promesa para la defensa europea que es la UEO (Unión Europea Occidental), míster Pesc podría, con el tiempo, llegar a asumir las funciones del secretario general de esta organización, hoy desempeñadas por el portugués José Cutileiro, a punto de terminar su mandato. Sería lógico aprovechar la ocasión.

Si éste fuera el esquema, las decisiones políticas se tomarían en la UE, incluida en la forma de un Consejo de Ministros de Defensa. La realidad de las capacidades -no basta la idea lanzada por Schröder y Chirac de convertir el Eurocuerpo, una unidad propiamente europea, en fuerza de reacción rápida de la UE- hace que OTAN sería, al menos en el futuro previsible, la estructura militar de la Unión. Ir en serio por el camino de la autonomía en defensa -¿la quieren realmente los anglosajones?- significaría más gastos militares en Europa, además de la creación de una industria del sector más competitiva, por la que aboga el presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi.

Pero -¡gran pero que quedó al descubierto el viernes en la reunión en Bonn de ministros de Defensa de los países de la UE y de la OTAN!- hay serias objeciones a estos planes por parte de los países aún neutrales de la UE. Lo ocurrido con Kosovo no parece alentar los deseos de algunos de ellos de asumir mayores compromisos de solidaridad colectiva en el terreno político o militar, mientras estos planes tampoco entusiasman a Turquía, miembro de la OTAN mas no de la UE. ¡Hay que ver lo difícil que resulta construir esta Europa! ¡Más que nunca!

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