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Fuentes describe el convulso siglo XX mexicano en 'Los años con Laura Díaz'

El novelista declara que la literatura en español vive el mejor momento de su historia

Miguel Ángel Villena

Decía Saint Just que las revoluciones son épicas cuando luchan contra las dictaduras, pero se vuelven trágicas cuando los revolucionarios comienzan a pelear entre sí. Esta cita del revolucionario francés que murió guillotinado en 1794, a los 27 años, sirvió ayer al novelista mexicano Carlos Fuentes para ilustrar los avatares del siglo XX de su país, salpicado de guerras, agitaciones, dictadores y regímenes corruptos. La centuria que termina compone el friso dibujado en Los años con Laura Díaz (Alfaguara), la última novela de Carlos Fuentes, con una mujer como protagonista.

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Elegante y serio, enfundado en un terno azul, compareció ayer Carlos Fuentes (México DF, 1928) ante casi un centenar de periodistas que aguardaban en el Círculo de Bellas Artes de Madrid sus explicaciones sobre una novela de largo aliento, que arranca y concluye en un Estados Unidos contemporáneo, pero que recorre la historia de México desde 1905 hasta 1972. Fuentes también recibió ayer la medalla de oro del Círculo, en un acto al que asistieron, entre otros, los escritores Jorge Semprún, Rosa Regás y José María Pérez Gay, que también hablaron de la última obra del autor mexicano.Tras reseñar que Laura Díaz es un personaje de ficción -"aunque inspirado en muchas mujeres reales"-, Carlos Fuentes describió el XX como "el siglo en que murió la idea beata de que el progreso trae consigo la felicidad o el bienestar".

"Todos los siglos han sido crueles y sangrientos", apostilló uno de los grandes narradores latinoamericanos, "pero jamás había existido un abismo tal entre el desarrollo científico y tecnológico y el retraso moral. Ese contraste resulta deprimente, porque el progreso de este siglo ha sido maculado por el holocausto nazi o por el genocidio del Gulag, entre otros crímenes".

Un país difícil y mestizo

La revolución mexicana, que nace en 1910 con las cabalgadas de Pancho Villa y de Emiliano Zapata y que termina en 1940 con el Gobierno de Lázaro Cárdenas, vertebra todo el dilatado relato de Los años con Laura Díaz a través de las peripecias, los amores, los dramas y las alegrías de la mujer que da nombre a la novela. Carlos Fuentes resaltó que la revolución había revelado a los mexicanos su propio rostro. "Aquellos años descubrieron", comentó el escritor, "un país difícil y mestizo, con raíces indígenas, una filosofía mestiza y una cultura propia".

Del mismo modo que Carlos Fuentes insistió en los avances que la revolución impulsó en campos como las artes plásticas, la literatura y el cine, o en materias como la educación y el desarrollo social, también subrayó el novelista que el régimen revolucionario devino en autoritario y negó la democracia al pueblo. "Ahora bien, la juventud que aprendió en las aulas valores como la libertad o la justicia reclamó en las calles lo que había aprendido, y eso provocó la matanza de Tlatelolco. A partir de aquel dramático suceso, México inició una transición democrática lenta, pero segura".

Fuentes se congratuló de que la hegemonía, el control absoluto del PRI sobre la política mexicana, se haya quebrado en los últimos años con el ascenso de partidos de la oposición que en la actualidad gobiernan una parte significativa de los Estados y de las grandes ciudades de México.

Aunque Laura Díaz aparezca en el primer plano de la novela, la trama ofrece asimismo una historia coral, con todo un país al fondo del escenario y con un homenaje explícito a las aportaciones culturales de los exiliados republicanos españoles. El intelectual mexicano tuvo menciones especiales para profesores como José Gaos o Fernando Giner de los Ríos y para cineastas como Luis Buñuel. "Los mexicanos tenemos una deuda inmensa con aquellos exiliados republicanos. Una deuda que nunca podremos pagar, aunque debemos recordarla".

Así, cuando le preguntaron ayer a Carlos Fuentes dónde se hallan hoy los héroes, el autor de La muerte de Artemio Cruz o de El naranjo no dudó ni un segundo: "Los verdaderos héroes están en la vida cotidiana, entre los maestros, los jubilados, las mujeres o los niños. Porque la esencia del heroísmo no radica en las batallas, sino en dar algo o mucho a los demás". Frente a todas las cuestiones planteadas sobre el fin de siglo, Carlos Fuentes defendió un "pesimismo crítico y puentes de relación entre la aldea global y la aldea local".

Fama y obra

Al hilo de sus reflexiones, el novelista mexicano aludió a la fama que han adquirido los autores en los últimos tiempos hasta el punto de que "la celebridad de un escritor tiene, a veces, más peso que la propia obra". En cierto modo, el que fuera premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1994 reclamó un renacer del anonimato con el que se construyeron las catedrales medievales en Europa, los templos aztecas o incas o las grandes obras de la antigüedad en Egipto o en Mesopotamia. Pero, entretanto, Carlos Fuentes subrayó el excelente momento que vive la literatura escrita en español. "Hay muchos y muy buenos escritores, tanto en América Latina como en España, sin olvidar a los autores que viven en Estados Unidos. Y especialmente mujeres escritoras que han surgido con fuerza en los últimos años". Para alegría de sus seguidores, Carlos Fuentes anticipó que, si la salud se lo permite, piensa seguir escribiendo. "En lo que queda del siglo XX ya no", bromeó el escritor, que habló sobre sus proyectos literarios inmediatos. Aclaró que Diana o la cazadora solitaria, una novela aparecida en 1994 y que recrea la figura de la actriz Jean Seberg, supuso la primera parte de una trilogía que continuará con un relato sobre la muerte de un guerrillero en Colombia durante un viaje en avión. Pero la tercera parte parece suscitar más interés para el escritor mexicano, que vivió durante su infancia en Chile. "Quiero contar la historia de un amigo chileno que fue torturado durante la dictadura de Pinochet. Considero Chile como mi segunda patria, y por eso me siento muy implicado con la historia", concluyó.

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