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Una librería diferente

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Hace unas semanas visitó Valencia Boris Izaguirre, conocido cronista de las revistas del corazón, escritor y guionista. Vino a presentar su último libro, Azul petróleo, una intrincada historia de pasiones que se desarrolla entre Venezuela y Madrid. Contrariamente a lo que es habitual en aquellos personajes que alcanzando notoriedad por sus apariciones en televisión, Izaguirre no eligió una gran superficie para publicitar su novela. Presentó su obra en una pequeña librería del barrio del Carmen, El Cobertizo, un lugar consagrado a la difusión de la cultura gay y lésbica. No fue el primero. Antes, por ese local habían desfilado escritores de la talla de Eduardo Mendicutti, Lluís Fernández, Lawrence Schimel o Ricardo Llamas para difundir sus escritos en la calidez de un círculo más intimista que el que ofrecen las grandes tiendas. En abril de 1997, El Cobertizo abrió sus puertas con la necesidad de crear un espacio que aglutinara la cultura gay en Valencia. "Quería romper con la imagen de que lo que distingue a las lesbianas y los gays es su manera de divertirse. En definitiva, crear un lugar diurno para manifestar que, aparte de pasarlo bien en las discotecas y bares de ambiente, a nosotros también nos gusta leer, ver cine o escuchar música. También vivimos de día", afirma Juan Alberni, responsable e impulsor del proyecto. En sus viajes a Berlín, Colonia o Londres, había descubierto que el universo de los homosexuales disponía de librerías especializadas en las que adquirir libros que habitualmente no se pueden encontrar en las estanterías de los centros comerciales a causa de lo "políticamente incorrecto" de sus contenidos. Alberni, junto con Wilfred Bachor, emprendió la aventura de montar una librería diferente, "que reflejara la cultura gay y lésbica como lo que es, una visión del mundo, más allá de las opciones sexuales". Para ello, estructuró el espacio disponible a partir de conceptos tan amplios y ambiguos como los de "literatura gay" y "literatura lésbica"; es decir, aquellas obras que reflejan esa visión del mundo sean sus autores homosexuales o no. Así, El Cobertizo reúne en la misma estanterías las obras de Truman Capote, las fotos de Robert Mapplethorpe y el catálogo de la última exposición del Equipo Límite. Junto a ellos, hay todo un muestrario de objetos relacionados con la fascinación que produce esta cultura colorista y alegre, desde camisetas con ingeniosas proclamas reivindicativas (¿Entiendes o te lo explico?, "Yo no soy gay, pero mi novio sí") hasta colgantes, insignias y bibelots de carácter decorativo. Y una extensa selección de vídeos de temática homosexual que engloba tanto a los filmes convencionales de distribución en el mercado nacional como películas inglesas de importación de las denominadas "gay cult movies". Pero El Cobertizo (que toma su nombre del personaje principal de la novela El hombre que se enamoró de la luna, de Tom Spanbauer) es, ante todo, un lugar de encuentro. Por su propia definición, la librería roza la débil frontera que separa el negocio privado del activismo reivindicativo de un colectivo secularmente marginado. En sus estantes caben las revistas gratuitas que los colectivos homosexuales editan y en su local se celebran actos organizados para ellos. Y allí también, entre libros, se puede charlar de proyectos, ilusiones y cultura.

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