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DIMISIÓN DE JOSÉ BORRELL

Huguet y Aguiar, dos hombres de confianza con negocios inconfesables

Los ex colaboradores de Borrell acumularon en Suiza cientos de millones

José María Huguet y Ernesto de Aguiar, los dos ex altos cargos de Hacienda que han acabado provocando la dimisión de José Borrell, fueron la encarnación de la política de rigor fiscal que preconizó durante la década de los ochenta el hasta ayer candidato socialista. La confianza que Borrell depositó en ambos partió de una cuna común, las comarcas de Lleida, y se afianzó cuando coincidieron en la nave de mando de Hacienda.De Aguiar y Huguet se conocieron en su juventud en la escuela de Ingenieros Industriales, lo que añade otro punto en común a su trayectoria. Es Huguet quien presentó a De Aguiar a Borrell, quienes después acabaron siendo íntimos amigos.

La entrada de Huguet y De Aguiar en Hacienda no tuvo nada que ver, sin embargo, con Borrell. Ambos aprobaron sendas oposiciones, Huguet en 1979 y De Aguiar en 1980, a la inspección y comenzaron así su carrera funcionarial.

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Sus conocimientos informáticos le sirvieron a De Aguiar para llamar la atención del entonces secretario de Estado de Hacienda del primer Gobierno socialista, José Víctor Sevilla, que le nombró, en 1984, delegado especial de Hacienda en Cataluña.

Al poco tiempo, en febrero de 1984, Borrell fue nombrado secretario de Estado del departamento tras haber sido durante dos años secretario general de Presupuesto. Su entonces amigo Huguet fue promocionado a la jefatura de la Inspección de Hacienda en esa misma comunidad autónoma.

La tríada de los amigos de Lleida comenzó a partir de entonces a marcar época al frente de Hacienda. Entre los tres idearon los métodos taxativos con los que decidieron inculcar en la ciudadanía la conciencia del deber fiscal. Y comenzaron precisamente en la tierra que mejor conocían, Cataluña. Entre el 15 de junio y el 30 de julio de 1985, las calles más comerciales de la ciudad barcelonesa de Granollers se convirtieron en el escenario piloto de los peinados fiscales. Un grupo de inspectores, enviados por los implacables Huguet y De Aguiar, entraron en decenas de comercios y comprobaron la legalidad de sus licencias fiscales.

En aquellas mismas fechas, los dos hombres de confianza de Borrell comenzaron sus inversiones no declaradas en Bolsa, según su propia versión, aunque las sospechas de jueces y fiscales apuntan a otros negocios aún más oscuros como fuente de sus ingresos multimillonarios.

Apoyados en sus magníficas relaciones con Borrell, el tándem que dirigía el fisco en Cataluña exhibía su poder en Hacienda. En sus visitas a Madrid imponían sus criterios gracias a la confianza que en ellos había depositado el secretario de Estado y conseguían que todos los directores generales del departamento se cuadrasen ante ellos.

Gracias a sus razzias fiscales en Barcelona, el prestigio de ambos creció como la espuma, en especial el de Huguet, que se convirtió en abanderado de la dureza fiscal y, con esta filosofía, lideró a los sectores más combativos de la inspección. Pareja evolución fue registrando el patrimonio oculto de ambos halcones fiscales.

Ajeno a ello, su superior, Borrell, confiaba cada vez más en ellos, hasta el punto de que los tres compraron apartamentos vecinos en el pueblecito leridano de Taüll. Una inversión pequeña, poco más de 12 millones de pesetas, que se pagaron sin maniobras tortuosas en el caso de Borrell. Nada hacía pensar que los hombres de confianza de Borrell escondiesen centenares de millones debajo de sus camas.

En 1988, De Aguiar, de nuevo por impulso de Borrell, desembarcó en una Dirección General de Hacienda. Allí permaneció hasta octubre de 1990, justamente cuando abrió su cuenta en Suiza, en compañía de su socio Huguet, en la que la gran masa de su dinero negro encontró acomodo provisional.

Pocos meses después, Borrell dejó Hacienda llamado a más altas responsabilidades. Huguet, sin embargo, aguantó cuatro años más, durante los que siguió recibiendo dinero en Suiza y, lo más importante, continuó siendo el gran referente de los inspectores honrados de toda España.

Los rumores sobre las malas prácticas en la delegación catalana de Hacienda se propagaron, pero el prestigio de Huguet aún permitió acallarlos, al tiempo que Borrell siguió creyendo que sus amigos eran absolutamente transparentes. Ayer, sin embargo, Borrell admitió que conocía que Huguet ya se dedicaba a jugar en la Bolsa.

La doble vida de dos de sus colaboradores acabó quedando en evidencia cuando un juez suizo exhibió sus cuentas.

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