Broche de oro

La ABAO se despidió del Albia con aficionados que estuvieron en agosto de 1953. Y lo hizo sin recurrir a Verdi o Donizetti, sus especialidades indiscutidas, sino con la primera ópera de Strauss. La última función de ópera en el Coliseo se instaló en terrenos cercanos al milagro.Cantaron maravillosamente bien Desay, Montagüe y Voigt, e incluso el tenor Heikki Siukola, pero en esto de las voces ya se sabe que en Bilbao contratan a los mejores, y punto. Lo sorprendente es que el trabajo escénico del surafricano Paul Stern, con la colaboración de Stephan Dietrich, tuvo un encanto especial, y, lo que es más importante, la capacidad narrativa, descriptiva, luminotécnica y gestual alcanzó niveles de gran claridad con una sencillez encomiable. Además, la Sinfónica de Bilbao, dirigida por Friedrich Haider, sonó a Strauss por todos los poros. Nunca la he escuchado tocar mejor.

La ABAO se despide así, a lo grande, de una etapa de casi medio siglo. A partir de septiembre se va al Euskalduna. El reto se las trae. Se les van a exigir unos planteamientos escénicos y musicales superiores a los que venían desempeñando. En el terreno vocal, la confianza es absoluta. Se la han ganado a pulso.