"Los nacionalismos son antipáticos; una fiesta a la que no has sido invitado"

Edgardo Dobry (Rosario, 1962) reside en Barcelona desde 1986. Pregunta. ¿Cuál fue su impresión de esta sociedad? Respuesta. Aquí hay un núcleo duro y un gran grupo periférico. El núcleo duro es netamente catalán. Los catalanes parecen una gran familia, y si no eres de la familia, eres un invitado. La periferia está muy mezclada. Son catalanes de primera generación y gente de fuera, que no ve problemas lingüísticos y los evita. Vi también que Barcelona se mueve mucho por grupos, que a veces se forman en el instituto y que se mantienen. Por eso puede ser complicado hacerse un lugar. Yo nunca he sentido una barrera idiomática. Los nacionalismos son antipáticos porque tienen algo de fiesta a la que no has sido invitado. Pero el nacionalismo catalán es moderado, integrador, porque los catalanes son pocos y necesitan ser más, algo que no necesitan los alemanes, por lo que no tienen por qué integrar, por lo visto, a los turcos. P. ¿Le llamó la atención algún tic social? R. La Universidad argentina tenía mucha vida colectiva. Aquí la gente iba a por su título. Vi, sí, cierta frivolidad, pero me parece que empieza a ser un fenómeno universal. Vi que las chicas de aquí no saben coquetear. Aquí es difícil abordar a alguien si no eres de algún grupo. P. Como argentino, ¿ve algún trazo común entre los nacionalismos hispanos? R. El nacionalismo español es una nostalgia de un imperio perdido. El nacionalismo argentino es diferente. Es un país formado por un aluvión migratorio, con un sistema educativo, obligatorio y laico, que facilitó que los hijos de italianos, españoles o rusos pudieran ser profesionales. La contrapartida fue la eliminación de diferencias, la veneración de la bandera, el himno, el Ejército. En un país siempre se integra la segunda generación. P. ¿Percibió aquí el mito de que la cultura peninsular tiene marcados rasgos semíticos? R. En España lo semítico es una referencia histórica, pero lo judío no existe en el paisaje social. Te sientes más bicho raro. No los hay, y uno de los deportes nacionales judíos es encontrar otro judío. El mundo intelectual ha estado muy frecuentado por judíos, sustrato cultural que aquí no existe. P. ¿Qué ve que le falta a la cultura de aquí al haberse imposibilitado ese sustrato? R. La cultura española, por asunción o por rechazo, está muy influida por el catolicismo. Falta algo menos monolítico, como curiosidad en la percepción. El humor lo veo un tanto basto, falta un humor más neurótico. Y luego veo un fenómeno cultural absolutamente único en Europa: este es un país prefreudiano, incluso en sus estratos más cultos. Falta ese verter sospechas sobre ti y sobre la realidad que aporta el psicoanálisis. Falta la cultura de la sospecha. Esta es una cultura de la certeza. P. ¿Qué opinión le merece la Feria de Abril? R. Muy buena. La emigración andaluza es la anterior a la extranjera, fue la que hizo de cuña en eso que he llamado núcleo duro. Creo que mantener un origen, sin generar islas étnicas, es una riqueza. Además, la feria catalana no es como la de Sevilla.