Nacido viejo
EL TRATADO de Amsterdam que entra en vigor hoy, casi subrepticiamente, tiene el mismo valor jurídico que una Constitución para todos los países de la Unión Europea. Sólo por eso merecería una mayor atención, pese a que esta reforma del Tratado de Maastricht quedara demediada. Su rango casi constitucional agrava uno de sus pecados originales: se trata de un texto arcano, incomprensible para la mayoría de los ciudadanos europeos. No es extraño que aun antes de entrar en vigor se haya planteado su reforma. Amsterdam ha nacido prematuramente viejo.Aunque suponga progresos moderados para el concepto de la ciudadanía europea o para el desarrollo de las políticas de justicia e interior, Amsterdam se cerró en falso en 1997, en lo que atañe a la reforma de las instituciones para adaptarlas a las nuevas necesidades de la Europa del euro y a la perspectiva de la ampliación futura de la Unión. Por ello, el Consejo Europeo de Colonia debe decidir en junio el mandato para la conferencia de Gobiernos que debe llevar a cabo una reforma que afecta al número de comisarios, a la ponderación del voto en el Consejo de Ministros y a la lista de asuntos que ahora exigen unanimidad de los Estados y que pasarán a decidirse por mayoría. Es decir, abordar la cuestión siempre aplazada sobre lo que se quiere hacer con la UE.
La única institución que verdaderamente gana poder con este tratado es el Parlamento Europeo. Ésta es una razón suplementaria para prestar atención e importancia -europea y no sólo nacional- a las elecciones del 13 de junio para renovar la Eurocámara que ha de votar la investidura de la nueva comisión Prodi, y que va a colegislar en muchas áreas junto al Consejo de Ministros comunitario. Tal aumento de poderes debería acompañarse de una exigencia de mayor responsabilidad y transparencia al Parlamento Europeo, que a su vez se las reclama a otras instituciones.
La reforma puede ser también la ocasión para llenar un vacío que se nota en la actual crisis de Kosovo: la ausencia de una Identidad Europea de Seguridad y Defensa, y de una auténtica Política Exterior Común. Al menos la Unión Europea es consciente de que, si es EEUU quien lleva la guerra, puede corresponderle a ella llevar la paz y la reconstrucción de los Balcanes.
En Colonia, los mandatarios europeos habrían de nombrar al señor Pesc, que representará esta política en ciernes, y que recibe cierto refuerzo procedimental y organizativo con este tratado. Puede ser conveniente integrar en la UE todo lo que concierne a la seguridad y la defensa, que recaía sobre esa institución que no ha pasado nunca de ser una promesa: la Unión de Europa Occidental (UEO). En este sentido van las últimas propuestas franco-británicas. Sin embargo, la cumbre atlántica de Washington ha dejado claro, al menos de momento, que la estructura militar de la UE es la OTAN, lo que implica depender de EE UU. Amsterdam es hoy una botella medio vacía. Hay que llenarla.
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