La UE y el engranaje de la guerra
Durante muchos años, la debilidad más evidente de la Unión Europea (UE) ha sido su incapacidad para elaborar una política exterior y de seguridad común (PESC). El bombardeo de Serbia y de Kosovo por la OTAN ha vuelto a sacar a la luz estos problemas.
Los factores estructurales explican en gran medida este defecto. Es básicamente imposible poner en práctica una PESC por medio de las lentas y cuidadosas negociaciones que caracterizan los procesos normales de la UE. La guerra no es igual que la integración económica, principalmente porque no se puede emprender colectivamente juntando cautos procesos legislativos.
Dichos factores de inercia son sintomáticos: no se pueden superar internamente por un ingenioso sistema de votación por mayoría. Y, sin embargo, da la impresión de que se puede estar en vías de superarlos por los irresistibles imperativos de la crisis de Kosovo.
Como ocurre a menudo en la UE, los franceses han acuñado una buena palabra para designar este fenómeno: engrenage (engranaje), que sugiere la imagen de una persona atrapada entre los dientes de una máquina, y con la que hacen referencia al proceso de ser arrastrado involuntariamente por la maquinaria de la integración.
Un ejemplo revelador de dicho engranaje es la Unión Económica y Monetaria. Pocos Estados miembros habrían apostado espontáneamente por una moneda única, pero se dieron cuenta de que era la consecuencia casi inevitable del mercado único que ya habían puesto en marcha.
La analogía con la tragedia en dos fases de los Balcanes puede resultar muy acertada, aunque en términos negativos. En la primera fase, la guerra civil a tres bandas en Bosnia, algunos líderes europeos proclamaron a los cuatro vientos que se trataba de un problema europeo. Pero, en la práctica, los gobiernos europeos estaban absolutamente resueltos a no dejarse involucrar en la guerra; como máximo, arriesgarían sus tropas, al principio, en ayuda humanitaria, y, más adelante (después de algunos bombardeos estadounidenses), como fuerzas de paz.
El acuerdo de Dayton de 1995 devolvió a Bosnia una calma aparente. Pero el anterior salvajismo de las limpiezas étnicas serbia, croata y bosnia durante esa primera fase de la tragedia de los Balcanes y la pusilánime impotencia de la UE habían sorprendido y avergonzado hasta tal punto a los europeos que, cuando vieron que el presidente Slobodan Milosevic se embarcaba en un proceso de limpieza étnica aún más escandaloso en Kosovo, con la probable muerte o desplazamiento de decenas o de cientos de miles de albanokosovares, se vieron obligados, casi a la fuerza, a intervenir de forma más enérgica en esta ocasión.
Al principio, los europeos y sus aliados norteamericanos de la OTAN creían o esperaban que por medio de la negociación se podría convencer al presidente Milosevic de que diera marcha atrás en su política de represión y matanza en Kosovo. Pero cuando descubrieron que Milosevic se resistía a las presiones morales, los aliados de la OTAN se vieron obligados a subir la apuesta amenazando con el uso de la fuerza militar.
Cuando se dieron cuenta de que hacía oídos sordos a sus amenazas, la OTAN se vio obligada a envidar más bombardeando de verdad objetivos militares en Yugoslavia. Los bombardeos llevan más de tres semanas desarrollándose y, sin embargo, sigue sin haber ninguna señal de que los aliados de la OTAN estén consiguiendo que Milosevic de su brazo a torcer.
Aquí es donde se han visto atrapados por el engranaje: En primer lugar, se ha apostado mucho más fuerte de lo que nadie habría imaginado hace seis meses. Por ahora, no parece verosímil que ha OTAN vaya a ganar esta batalla de voluntades limitándose a continuar los bombardeos. Y puesto que los bombardeos son responsables del aumento de las víctimas civiles, incluso la mera continuación de los bombardeos será difícil de sostener. Sin embargo, si la OTAN se diera por vencida y dejase a Milosevic controlar el terreno, las consecuencias de tal derrota serían funestas para la Alianza Atlántica, para la OTAN y, sobre todo, para la UE. Es difícil creer que ninguno de los aliados esté dispuesto a enfrentarse a esa clase de fracaso.
En segundo lugar, si la derrota es inaceptable, los aliados de la OTAN pueden verse obligados a subir nuevamente el envite. Desde el principio, han declarado repetida (y tontamente) que nunca enviarían tropas de tierra. Puede que lo hayan hecho para tranquilizar a sus electores, pero lo único que han conseguido es envalentonar a Milosevic. Así que es posible que se esté acercando el momento en que la única opción posible sea enviar tropas, si la OTAN no quiere ser vencida.
No obstante, es muy poco probable que todos los aliados de la OTAN estén de acuerdo en un cambio de política semejante; y aún menos probable que todos ellos estén dispuestos a aportar un contingente nacional. En otras palabras, la unidad de la OTAN, y quizá su futuro, pueden verse en peligro tanto por la decisión de enviar tropas, como por la decisión de no enviarlas.
La tercera parte del engranaje de los Balcanes es que los objetivos estratégicos de la OTAN han empezado a cambiar, hasta el punto de que apenas son reconocibles. Antes de los bombardeos, el objetivo de la OTAN era propiciar un nuevo acuerdo en Kosovo, en virtud del cual Milosevic renunciaría a la limpieza étnica y los kosovares conseguirían una autonomía limitada dentro de Yugoslavia, pero no la independencia.
La posibilidad de dicho compromiso parece haber sido anulada por el salvajismo de la represión de los miembros de la etnia de los albanokosovares por parte de Milosevic. Incluso si llegase a firmar un acuerdo, sería muy difícil confiar en que lo respetase. Como consecuencia, los objetivos occidentales se han movido en la dirección de una especie de protectorado para un Kosovo independiente de Milosevic.
Es difícil exagerar lo que ahora está en juego para los aliados occidentales, por no hablar de los intereses del pueblo de Kosovo. Si los europeos se echan atrás por los costes de la victoria, darán una muestra terrible de sus reservas con respecto a desarrollar una PESC europea: los obstáculos sintomáticos, unidos a la cobardía, habrán demostrado tener más fuerza que el engranaje. Si los europeos ayudan a derrotar a Milosevic, habrán avanzado hacia una PESC más de lo que ninguno de ellos se esperaba (o pretendía).
lan Davidson es analista británico, especialista en política exterior.
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