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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un paro absurdo

ES DIFÍCIL cuantificar el seguimiento del paro convocado por los firmantes de Estella contra lo que consideran "inmovilismo" de los no firmantes. Pero aunque los participantes hubieran sido el doble de lo que algunos de esos convocantes pretenden, no por ello hubiera dejado de ser una iniciativa absurda. El móvil inicial de la misma había sido protestar por las detenciones de etarras en Francia, el registro en la sede de HB -luego revocado por la justicia- y la muerte -aparentemente por suicidio- de un activista. A nadie hubiera sorprendido que HB y organizaciones satélites promovieran una movilización por esos motivos. Pero es absurdo que los demás firmantes la secunden mediante el expediente de modificar formalmente los objetivos de la misma. Y bordea lo surrealista que el Gobierno de Vitoria se sume a ella sin tomar otra distancia que la de reducir el paro a cinco minutos.Todo ello refleja la confusión actual del nacionalismo, que no alivia el tono arrogante con que suelen desempeñarse. Ayer, Arzalluz dijo que ETA pensaba inicialmente en una tregua de cuatro meses, y advirtió al Gobierno de su responsabilidad por "no entrar al trapo", se supone que de una negociación. El nacionalismo no violento lleva seis meses deslizando dos mensajes contradictorios. Por una parte, que el abandono de la violencia por ETA es definitivo -y está a punto de anunciarlo-, lo que justifica su alianza estratégica con los de Otegi, y por otra, que no es definitivo, lo que obligaría al Gobierno a "moverse"; es decir, a aceptar entrar en un nuevo proceso constituyente, se le llame así o de otro modo, para evitar el regreso de ETA.

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Escasa incidencia del paro convocado por los partidos del Pacto de Lizarra

No suele distinguirse Aznar por su claridad expositiva, pero ayer se le entendió perfectamente cuando dijo que el sentido último de la manifestación del sábado y el paro de ayer era presionar mediante amenaza de exclusión social a los que no están de acuerdo con el Pacto de Estella. En su comunicado de la tregua, ETA venía a reconocer que había conseguido, mediante la coacción de la lucha armada, que los demás nacionalistas modificaran su política proautonomista, y llamaba a la "persecución social" de los refractarios; ahora, los firmantes de Estella tratan de presionar a los no firmantes para que asuman esa lógica. Saben que sin el PP y el PSOE carecerá de credibilidad cualquier iniciativa emanada de ese foro, pero Egibar les advirtió ayer de que no deben creerse "imprescindibles". Están dispuestos a seguir sin ellos.

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Esa presión es, en principio, pacífica, pero coexiste con la coacción selectiva de la kale borroka. Afirmar que socialistas y populares utilizan esa violencia como excusa para no moverse, y que su inmovilidad se debe a intereses electoralistas, revela una mentalidad mezquina. ¿Cómo esperan los dirigentes nacionalistas que interpreten las víctimas ese discurso según el cual los encapuchados deben abandonar la violencia callejera no porque sea injusta y antidemocrática, sino porque "favorece la política de Mayor Oreja"? ¿Y cómo creen que lo interpretarán los chicos de la gasolina?

Tal vez haya que hacer ciertas concesiones, pero era de esperar menos confusión. Mental y moral.

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