España fija unos requisitos para la píldora abortiva que limitarán al máximo su uso
Las clínicas privadas, que registran el 95% de los abortos, no podrán utilizar la RU-486
El 95% de los abortos legales que se registran en España se hacen en clínicas privadas. Son abortos quirúrgicos, que requieren una intervención y su correspondiente anestesia; un método, en fin, de mayor riesgo que el que ofrece la píldora abortiva RU-486, mucho menos agresivo para la mujer. El Ministerio de Sanidad español, sin embargo, ha impuesto unas normas que van a limitar al máximo el uso de este esperado y revolucionario fármaco. La exigencia de que el hospital disponga de UCI, por ejemplo, deja prácticamente fuera a todas las clínicas privadas que realizan interrupciones de embarazo en este país.
Las autoridades sanitarias españolas han decidido imponer todo tipo de cautelas frente a un medicamento, el llamado RU-486, que lleva más once años utilizándose en Francia y que fue probado en España de forma experimental hace una década.En previsión de complicaciones, las normas ministeriales imponen que el centro sanitario que administre la píldora abortiva cuente con unidad de cuidados intensivos (UCI), servicio de urgencias tocoginecológicas y servicio de farmacia. Son unidades que sólo suelen albergar los grandes hospitales públicos, donde la objeción de conciencia médica contra el aborto es mayoritaria. De hecho, en España hay siete comunidades autónomas en las que ni un sólo centro público hace interrupciones de embarazo. Cada año se registran en España unos 50.000 abortos legales; el 95% de ellos, en clínicas privadas.
¿Cuántas clínicas privadas disponen de UCI o de servicio de farmacia? Ninguna, según Consuelo Catalá, presidenta de la asociación de clínicas acreditadas para interrumpir el embarazo (ACAI).
Pero los impedimentos no acaban aquí. El fabricante del producto, el laboratorio francés Exelgyn, recomienda no administrar la píldora a mujeres fumadoras mayores de 35 años. El ministerio que dirige José Manuel Romay interpreta entonces que la RU-486 está contraindicada a todas las mujeres mayores de 35 años y también a todas las fumadoras, lo que es muy distinto.
La píldora abortiva francesa RU-486, quizá el medicamento más perseguido y polémico de la historia, sólo se comercializa en Francia, Suecia, Reino Unido y China (allí se fabrica con la misma patente). La presión de los movimientos provida ha dificultado la existencia de esta antihormona descubierta en 1982 por el francés Étienne Émile Baulieu que cuenta, sin embargo, con el respaldo de investigadores y autoridades internacionales sanitarias.
Una vez que la Comisión de Sanidad del Congreso español aprobó su comercialización en 1997, los trámites han seguido su curso. Se espera que para el mes de julio esta píldora esté disponible en los países europeos que la han pedido: España, Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Grecia y Holanda.
El compuesto básico de la RU 486 es la mifepristona, sustancia que bloquea la producción de la progesterona, hormona fundamental para el desarrollo de un embarazo. Así, la mifepristona, tomada dos o tres semanas después de la menorrea (la primera falta de la regla), paraliza el embarazo. El método es tan sencillo que en Cuba, donde el médico español Josep Lluis Carbonell está dirigiendo un ensayo con un fármaco similar, las mujeres se autoadministran la píldora en casa, aunque la supervisión médica es constante.
Para mejorar la eficacia de la píldora RU-486 los médicos prescriben a la mujer tres días más tarde una prostaglandina sintética, el misoprostol, para garantizar el resultado. De esta manera, la eficacia de la píldora francesa se sitúa entre el 95% y el 97% y ofrece la ventaja de no ser un tratamiento tan agresivo como el quirúrgico. "El problema es que da demasiado poder a la mujer", explica Carbonell desde Cuba. "La intervención de los médicos es mínima. Por eso es tan denostada".
El Ministerio de Sanidad asegura que las precauciones impuestas para administrar la píldora son iguales que las fijadas por las autoridades sanitarias francesas y el propio fabricante. Éste último y todos los especialistas consultados coinciden en negar este extremo.
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