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Albania en el ojo del huracán

Hasta ahora la palabra "Albania" se despachaba con cuatro frases genéricas, más o menos ciertas: "El país más pobre de Europa", "El último reducto del comunismo", "El país de las mafias", "El caos de las pirámides financieras", etcétera, y se pasaba página en busca de temas más importantes. Y ahora, de golpe, se descubre que puede tener y de hecho ya tiene un papel decisivo en toda la tragedia de Kosovo. Pero yo aconsejaría que no se juegue demasiado con este descubrimiento, porque Albania pasa y pasará sin duda por una situación muy difícil y conviene no pedirle más de lo que puede dar ni achacarle lo que no puede controlar.Para entender a este país efectivamente pobre y atrasado,pero lleno de posibilidades de futuro, hay que recordar su tremenda historia, culminada en nuestro siglo XX por una monarquía infame, una anexión por parte del fascismo italiano y una guerrilla antifascista heroica pero que condujo a un régimen comunista sui generis que aisló al país del resto del mundo durante casi 50 años. No hay más que ver el increíble espectáculo de los 600.000 búnkeres de cemento armado que los sátrapas del llamado comunismo albanés ordenaron construir para hacer frente a las posibles agresiones de un mundo lleno de enemigos y que todavía no se han podido destruir por falta de recursos.

No es de extrañar, pues, que la construcción de la democracia haya sido y siga siendo tan difícil. Los partidos políticos que se constituyeron tras el derrumbe de aquel singular comunismo estaban formados por gentes que habían tenido cargos importantes en éste y, de hecho, pasaban de un sistema en el que el Estado se apoyaba en los viejos clanes a otro sistema en el que estos mismos clanes pasaban a gobernar directamente a través de los partidos. De ahí que la lucha política entre el Gobierno y la oposición fuese tan dura y tan brutal y lo haya seguido siendo hasta hoy.

Pese a todo, en estos años difíciles algo se ha avanzado en la construcción de dos pilares básicos para la puesta en marcha efectiva de un sistema democrático: el Estado de derecho y una economía abierta al resto del mundo. Desde diversas instituciones internacionales, sobre todo la OSCE, el Consejo de Europa -en el cual tengo el honor de ser el ponente especial para los asuntos de Albania- y la Unión Europea se ha trabajado para organizar un sistema parlamentario, un poder judicial, una legislación nueva, una Constitución avanzada, unas fuerzas de policía -organizadas y entrenadas por la UEO-, un ejército moderno, etcétera. También se ha avanzado en el terreno económico, aunque los viejos clanes, convertidos en mafias, se han adueñado de una parte muy importante de la vida económica e imponen su ley no sólo en el tráfico ilegal sino también en la construcción y otros sectores. Pero la situación sigue siendo pésima en las infraestructuras fundamentales -carreteras, ferrocarriles, estructuras urbanas, sanidad, etcétera- y el nivel de vida de la población sigue siendo muy bajo. Todo ello sin olvidar que tras la terrible crisis de las pirámides financieras la población asaltó los cuarteles del ejército y la policía y se apoderó de unos dos millones de armas, de las cuales el Gobierno sólo ha conseguido recuperar medio millón aproximadamente.

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En los últimos meses se ha iniciado, sin embargo, algo parecido a una renovación del personal político. Tras la dimisión del primer ministro Fatos Nano han entrado en escena un Gobierno socialista cuyo primer ministro, Pandelic Maiko, tiene 31 años; el ministro del Interior, 35, y varios ministros más no llegan a la cuarentena. Y en el propio Partido Democrático en la oposición, aunque sigue bajo el control de su líder, Berisha, empiezan a aparecer también dirigentes de una nueva generación.

Éste es, en líneas muy generales, el contexto en el que Albania se enfrenta con el conflicto de Kosovo. Desde el primer momento el Gobierno socialista de Fatos Nano y el actual de Pandelic Maiko dejaron claro que Albania no se iba a interferir en el conflicto de Kosovo y expresaron su enorme inquietud ante la posibilidad de una entrada en masa de refugiados kosovares en caso de que la situación en Kosovo empeorase. "Con nuestra situación económica -nos decían- no podemos aguantar ni la entrada de mil refugiados". Y aunque hubo un conato de movilización a favor de los albaneses de Kosovo por parte del Partido Democrático, en general se ha mantenido un criterio claro y contundente: ni implicación directa en Kosovo ni aceptación de una gran Albania con los kosovares y los albaneses de Macedonia.

La realidad ha sido, sin embargo, muy dura. No podían -y seguro que no pueden- aceptar por sí mismos a mil refugiados y están acogiendo a doscientos mil. Por lo demás, el futuro de Kosovo está literalmente en el aire, aunque hoy por hoy ni los propios albaneses ni ninguna potencia europea ni los Estados Unidos están a favor de su independencia. Y dada la actitud del Gobierno de Serbia, no está excluida alguna represalia de éste contra el territorio de la propia Albania.

Sin embargo, dentro de la gravedad y la dureza de la situación, Albania puede convertirse -y de hecho ya se ha convertido- en una pieza indispensable para la estabilidad de la zona y, con ello, puede empezar a salir del tremendo agujero heredado de tantos años de aislamiento. La ayuda a los refugiados y la instalación en territorio albanés de bases militares internacionales van a propiciar,sin duda, inversiones en las infraestructuras, sobre todo en carreteras, puertos, ferrocarriles y aeropuertos. Por otro lado, tendrán que aumentar las ayudas económicas de la Unión Europea y, también, las inversiones extranjeras, públicas y privadas. Si el Gobierno albanés es capaz de manejar la situación y si, por fin, el Partido Socialista y el Partido Democrático se ponen de acuerdo en los asuntos básicos, como el reforzamiento del Estado de derecho, la creación de sistemas de protección social y la modernización de las estructuras económicas con capacidad para crear empleo, Albania puede salir reforzada de su difícil situación actual y ganarse un puesto destacado en la escena internacional como factor de estabilidad en un espacio tan conflictivo y tan dramático.

A este respecto quiero terminar pidiendo, exigiendo al Gobierno de España que, por fin, abra una embajada en Tirana y termine con la tristísima imagen de un consulado y de una Casa de España destartalados y mantenidos a duras penas por un joven médico, hijo de española, que mantiene aquella presencia testimonial con su esfuerzo personal y casi con su bolsillo.

Jordi Solé Tura, diputado por el PSC-PSOE, es ponente especial para los asuntos de Albania en el Consejo de Europa.

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