Contradicciones
BEGOÑA MEDINAEs ley de esa vida que también es bella: al mismo tiempo que disfrutábamos las procesiones de Semana Santa también estábamos desanimados por mil otros motivos, como el de Kosovo, o vaya usted a saber por qué. Hay quién está abatido por el deterioro que va sufriendo La Catedral, quién se enfada y quién dice que no debían haber subido el nuevo Giraldillo a las alturas, sino dejar el viejo en tierra y pasar una página de la historia de La Giralda, con otra cosa en lo alto o sin nada, tal como ocurrió cuando pusieron la torre del campanario, por ejemplo, porque cada momento de la Historia tiene su propio carácter, sus necesidades, sus caprichos y sus cosas. No es ninguna tontería, ni tampoco es nada nuevo. Por uno o por otro camino, con más o menos acierto, continuamos buscando la perfección en todo lo que podemos, incluso en la solución del drama de Kosovo, que tan imposible parece. Esta semana pasada tan especial me he fijado detenidamente en el Giraldillo y las novedades que he advertido son, sobre todo, prácticas: un modo eficaz de asegurar la superficie lisa del lábaro con dos travesaños paralelos y un buen anemómetro para controlar la velocidad del viento. Desde luego se nota, y ha perdido, entre otras cosas, poesía, pero a pesar de todo sigue siendo bello. Igual que lo seguirá siendo La Catedral con la piedra carcomida, los andamios, las grietas y perdido ya el rastro la obra de Mercadante. Podemos tener o no tener razón, equivocarnos mil veces, pasarnos o quedarnos cortos, pero creo que no merece la pena sofocarnos por nuestros monumentos porque las cosas son como son y la realidad es que nos importan más las procesiones. Pues ya está. Al fin y al cabo estamos acostumbrados a vivir inmersos en contradicciones. ¿Acaso no es un placer ver esa tragedia titulada "La vida es bella"? ¿O no es bonita una queja en un poema? ¿o la angustia del amor? ¿o este aroma y esta luz que probablemente reseque las tierras? Eso no quiere decir que no nos quejemos: nos debemos quejar todo lo que consideremos conveniente, pero mejor no sofocarnos por estas cosas nuestras tan de siempre y que tienen tan poco remedio.
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