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Crítica:DANZA: 'LORD OF THE DANCE'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El tacón como vehículo universal

Pocas veces la masificación de un espectáculo de baile cuaja en un ejercicio de alta calidad, y en este caso la suerte de la danza ha sido la más perjudicada en función de un poderoso despliegue musical y luminotécnico, amén de efectos especiales de traca.Lord of the dance es un precioso muestrario de piezas musicales irlandesas que tanto han popularizado en los últimos años grupos como The Chieftains y que no se han resistido a cantar figuras como Sting o Loreena McKennit. Esa música tan elevada y luminosa permite soportar la prácticamente incomprensible historia del espectáculo, que resulta finalmente una sucesión de números sin una verdadera hilatura dramática y donde está el bando de los buenos y el bando de los malos, el héroe inmortal y poderoso, la vampiresa seductora y la princesa inmaculada; por no faltar a la esencia de los misterios bucólicos aparece incluso Puck, esa especie de duendecillo del bosque a quien Shakespeare dio entidad definitiva dentro de la literatura teatral en Sueño de una noche de verano.

Lord of the dance

Dirección y coreografía: Michael Flayley. Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid. 5 de abril.

La escenografía de Lord of the dance evoca puertas dolmíticas y el atrio de un castillo medieval, quizá de tiempos artúricos. En el vestuario no hay ningún detalle de inspiración que les saque de una generalizada vulgaridad, quedando apenas claro que hay unos invasores malos, malísimos, que taconean con la misma fruición que los buenos. Este baile, que corresponde a una zona geográfica específica, está concebido sobre un acento vertical y en principio sin grandes desplazamientos planimétricos, que, sin embargo, aquí, el coreógrafo utiliza para justificar el uso del amplio escenario. Es una danza más masculina que femenina, donde percutir el suelo con fuertes zapatos reforzados con casquillos y tacones de metal ha llevado a gratuitas confusiones, como pretender que se parece en algo al flamenco. Tales danzas sólo tienen que ver directamente con el baile cosaco y con algunos momentos del folclor vasco, y eso es si queremos encontrarle relaciones que todo baile de tradición popular encuentra por comunión con sus vecinos. Lo más interesante es que la emigración a América hizo que de este baile naciera lo que hoy llamamos tap (también conocido en el sur de Norteamérica como claqué).

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