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Tribuna
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Kosovo: el derecho al retorno

Emilio Menéndez del Valle

Resulta inevitable hablar, escribir de Kosovo. Sobre la guerra en sí sólo quisiera expresar la opinión de que no hay guerras justas o injustas, santas o profanas, limpias o sucias. Hay lisa, llana y desgraciadamente guerra. Otra cosa son las causas, las razones (¿o sinrazones?). Tal vez el único adjetivo a considerar sea el de necesario. ¿Era necesaria esta guerra? ¿Era posible conseguir, por otra vía, el objetivo compartido por tantas conciencias de salvar al pueblo kosovar?Mucho se ha escrito sobre ello y más se escribirá en el futuro. De ahí que prefiera concentrarme en una cuestión relacionada con el tema de los refugiados y que considero escasamente abordada. Sabido es que al día de hoy un tercio de los dos millones de kosovares ha sido forzado a dejar su tierra y a buscar asilo en los países limítrofes. Y que los portavoces de la OTAN hablan de "enviar tropas a Albania para ayudar a los refugiados" o afirman que "por el momento, el principal objetivo es detener la violencia y solucionar la crisis humanitaria". Simultáneamente, Alemania, presidenta de turno de la Unión Europea, anuncia que está dispuesta a acoger un contingente adecuado de refugiados y que pedirá a los demás Estados de la UE que hagan lo mismo.

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Naturalmente, la ayuda a los refugiados fuera de su país, en Macedonia, en Albania o en la propia UE, ha de ser bienvenida, pero ello nunca debe desvirtuar la naturaleza de la cuestión, que es política y no humanitaria. Ayudar sí, cómo no, pero sin olvidar que, al menos en teoría, la condición de refugiados debe ser provisional, no permanente. Que un refugiado lo es y debe serlo únicamente en tanto se restablecen las circunstancias que posibilitan su regreso a la tierra de la que ha sido expulsado.

Consustancial a la condición de refugiado es el derecho al retorno. Pero éste a su vez exige que la tan cacareada comunidad internacional aporte el conjunto de elementos y requisitos para que el ejercicio de un derecho virtual se convierta en una realidad tangible. Mucho de esto saben en sus propias carnes los refugiados palestinos, que llevan 50 años siendo humanitariamente ayudados en todo menos en lo esencial, esto es, en la plasmación concreta de su derecho a regresar de la diáspora. Aparte de la del derecho a la propia vida, pocas violaciones más crueles hay que la de privar de la tierra en la que se nace y se crece y a la que no se desea voluntariamente renunciar.

Por eso, la Declaración Universal de Derechos Humanos, cuyo cincuentenario acabamos de conmemorar, establece que todo el mundo tiene derecho a retornar a su país, aserto reforzado por diversas convenciones internacionales, incluida la Europea para la Protección de los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales, que sostiene que "nadie será privado del derecho a entrar en el territorio del Estado del que es nacional". Asunto de permanente y lamentable actualidad en los Balcanes y del que el Consejo de Seguridad onusiano se ha ocupado en los últimos años. Así, en la Resolución 779 de 1992 sobre Bosnia estableció que "todas las personas desplazadas tienen derecho a retornar en paz a sus antiguos hogares", algo que hizo extensible a los refugiados georgianos que huyeron de Abjazia (Resolución 876 de 1993). No viene mal recordar ahora que la ONU se ha ocupado también de los derechos de las comunidades serbias en dificultades. Así, el Consejo de Seguridad exigió a Croacia (Resolución 1.009 de 1995) que "de conformidad con las normas internacionales reconocidas, respete plenamente los derechos de la población serbia local, incluido su derecho a permanecer, marcharse o retornar con seguridad..., y cree condiciones que faciliten el retorno de las personas que han abandonado sus hogares".

No habrá auténtica solución a la crisis humanitaria kosovar que no pase por el retorno de los refugiados a Kosovo. La mejor ayuda a los refugiados consiste en trabajar para crear las condiciones que permitan que dejen de serlo lo antes posible. Un acuerdo que lo omita no resolverá el problema, no garantizará la estabilidad de la región. Será papel mojado y tarde o temprano los Balcanes volverán a estallar.

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