Rock y destrozos en Belgrado
Los habitantes de la capital han perdido el miedo a las bombas y se ríen de la OTAN
ENVIADO ESPECIALLa capital de la República Federal de Yugoslavia, Belgrado, vive, desde la marcha del primer ministro ruso Yevgueni Primakov, la tarde del martes, en estado de casi permanente alarma de bombardeos. En la madrugada de ayer se escucharon explosiones lejanas y el ruido de los aviones que sobrevolaban la ciudad. No obstante, la población ya se ha acostumbrado. El centro de Belgrado tenía ayer al mediodía un aire de romería en un día primaveral. Cientos de asistentes a un concierto de rock se burlaban de la OTAN e insultaban a sus dirigentes. Algunos individuos aislados se dedicaron a destrozar los centros culturales de Francia, Estados Unidos, Reino Unido y Alemania, situados en la zona peatonal de la capital yugoslava, y también el local de una hamburguesería de McDonald's.
No cabe la menor duda: los habitantes de Belgrado han perdido el miedo a las bombas, que, hasta ayer a la tarde, sólo caían en zonas alejadas del centro. La amenaza de que en la inmediata escalada los misiles de la OTAN podrían alcanzar los edificios de los ministerios de Interior y de Defensa, situados en el mismo centro de Belgrado, o no se conocía o no impresionó a los cientos de personas participantes en el concierto que, bajo el lema "La música nos mantiene vivos", se celebra cada mediodía desde hace cuatro jornadas en la plaza de la República.
A pocos metros de la plaza, donde se desgañitaban los rockeros, el Centro Cultural Francés y las oficinas de la compañía aérea Air France aparecían destrozadas. Hace días estaban los cristales rotos, pero ayer todo estaba destrozado. Por si faltaba algo por arrasar, tres mozalbetes, con el pelo cortado al cero, se dedicaban a romper las bombillas y espejos que todavía quedaban, ante la mirada complaciente de un policía, que sonreía. "A mí me da igual". Todo estaba pintarrajeado, con textos en francés con expresiones como "¡Criminales!" o "Sois putas". Se veían además en las paredes cruces gamadas y el símbolo serbio de las cuatro eses en caracteres cirílicos, siglas de la frase "Sólo la unidad salvará a los serbios". Olja, una chica de 17 años, se hacía una foto ante los destrozos y explicaba: "Es para tener un recuerdo, aunque no sé si será un buen recuerdo". "Es una pena, porque tenían buenos libros y revistas", comentan otras tres chicas.
Versos de Pushkin
Frente a la puerta del Centro Cultural Francés arrasado hacía guardia, con el tradicional gorro serbio en la cabeza y en posición de firmes, Rivota Matic, de 68 años, pintor de brocha gorda jubilado. Matic portaba una pancarta con unos versos del escritor ruso Aleksandr Sergeyevich Pushkin, "Los franceses odian en secreto nuestra tierra montañosa y se sonrojan, sin quererlo, cuando ven nuestro calzado". Explica Matic su gesto: "Soy un hombre sencillo y hago esto para que el pueblo francés vea cómo nos bombardean. Eran nuestros aliados. No me importa que nos bombardeen los alemanes, porque siempre estuvieron contra nosotros, pero me duele que lo hagan los ingleses y franceses". Un hombre se acerca y comenta rápido: "¡Quiera Dios que nos podamos reconciliar con Francia!".A escasos metros, en la misma zona peatonal de la calle Knez Mihajlova (Duque Mihajlov), el Centro Cultural Estadounidense está también destrozado por completo. Las paredes han quedado convertidas en murales repletos de pintadas, que compiten en ingenio y obscenidad. Un joven que lleva en la cabeza un gorro hecho de cartón, con la forma del avión F-117 A derribado por las fuerzas de Yugoslavia, deja allí un texto. "Querido Billy [Bill Clinton]: te dejo, porque los serbios apuntan mucho mejor. Mónica". En las paredes, una frase proclama que "Kosovo es Serbia". Una mujer se acerca con un aerosol de pintura negra y escribe con letras grandes: "¡Albright, perdona que aquí no nos guste practicar la sodomía!".
Un anciano de 70 años, Svetozar Tasic, explica que de niño protegía a los pilotos norteamericanos que caían en Serbia. "Uno tenía toda la cara quemada y lo guardamos en casa, con gente en la puerta. No teníamos pan y se lo dábamos a él, para que comiera. Ahora, a lo mejor uno de sus hijos bombardea nuestro país", dice Tasic.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.