Los Oscar, globalización grotesca
La forma más contundente de globalización (financiera, tecnológica, militar, cultural, etcétera) es la cinematográfico-televisiva. Es también la que mejor debiera llamarse, sin más, americanización. De nuevo, la entrega de los Oscar ha jaleado los premios de la mal llamada Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Hollywood. Nada de academia (que tanto en español como en el Webster's Dictionary alude a una sociedad de personas sabias unidas para avanzar en las ciencias o las artes), sino, sencillamente, Sindicato o Mafia del Espectáculo USA. Éste proclama cada año qué productos hay que consumir en los próximos meses-años.Esta ceremonia de mercado ofrece un carácter grotesco si se sufre desde una de las periferias del imperio, por ejemplo el sur de Europa. Este año, el Sindicato ha tenido a bien premiar las gracias de un buen bufón italiano. Lo grotesco no está tanto ahí como en comprobar cómo los súbditos de tales periferias beben los vientos por recoger las migajas del festín de los padrones del espectáculo de la aldea americana. Ésta expande el nuevo opio del pueblo eficazmente a través de la cretinización televisiva y de la publicidad cinematográfica, encubierta o no, incluso en publicaciones de referencia.
Resultado: no es sólo que los productos audiovisuales sean en un 80%-90% anglosajones, sino que el lenguaje, el estilo y la ideología de la mayoría de los creadores nativos de las colonias mimetizan inexorablemente el de sus amos y señores. La globalización cinematográfica-televisiva consigue así sus objetivos estratégicos: dominar los mercados a corto plazo, abortar las posibilidades de creación autóctona y, a medio y a largo plazo, convertir a las masas globalizadas en clónicas.-
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