Fría acogida al plan de Aznar para compensar a Alemania
El plan español para compensar el desequilibrio presupuestario de Alemania con la Unión Europea (UE), lanzado por el presidente del Gobierno, José María Aznar, ha encontrado una acogida inicial cautelosa y fría. "La Comisión ha tomado nota y ahora habrá que verificar las consecuencias de su posible aplicación, habrá que ver lo que puede dar de sí en términos concretos", manifestó ayer un portavoz del presidente del Ejecutivo, Jacques Santer.La propuesta es crear un programa que subvencione gastos generados por los asilados y refugiados en la UE. A quien más beneficia es a Alemania. Con una dotación sugerida de 3.000 millones de euros anuales, reduciría el saldo negativo alemán en 800 millones de euros, unos 133.000 millones de pesetas. A España le correspondería aportar 40.000 millones de pesetas anuales.
La diplomacia alemana carecía ayer de una reacción concreta a la iniciativa (presentada el viernes). "Antes de opinar, todavía tenemos que examinarlo y consultarlo con la Comisión", indicaron fuentes oficiales de Bonn, insistiendo en que, aunque pretende mejorar su posición financiera con la UE, "Alemania no pide que le toque la lotería", como dijo el canciller Gerhard Schröder en la pasada cumbre.
Dinero nuevo
En la Comisión, los altos funcionarios holandeses eran los más reacios, sobre todo si hay que dotar el programa con dinero nuevo. Los alemanes se preguntaban en qué base jurídica habría que apoyarlo, si sería un fondo permanente o limitado en el tiempo.La iniciativa diplomática española exhibe evidentes puntos fuertes: es ortodoxa desde la perspectiva comunitaria, a diferencia del cheque británico y sucedáneos; es sustanciosa, aunque quizá habría que completarla con otras para acercarse más a las peticiones de Bonn; no enrarece el debate de los grandes capítulos presupuestarios; es equitativa, porque su carga se reparte según el "peso relativo" de cada país, como dijo Aznar; y no resulta contradictoria con otros complementos.
Pese a ello, observadores de otros países creen ver en ella "una maniobra táctica de diversión" que difumine la dureza española en la discusión de la Agenda 2000, para "aparecer en actitud más constructiva".
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