Hildegard Behrens describe sus recitales como primeros planos de las arias que canta
La soprano debuta hoy en el Teatro Real con un difícil programa del repertorio alemán
Hildegard Behrens entrará hoy en el Teatro Real para darlo todo en las distancias cortas. "Los recitales y los conciertos son como primeros planos cinematográficos de las arias que interpretamos", asegura la soprano alemana, una de las mejores intérpretes del repertorio germano de los últimos años. Behrens debuta hoy en el escenario madrileño con un programa con el que se puede llevar al público de calle. Están todos sus fuertes, es decir, mucho Richard Wagner y mucho Richard Strauss, dos de los compositores más complejos de la historia de la música, a los que Behrens ha humanizado bastante y a los que dará un repaso esta noche acompañada por la Orquesta Sinfónica de Madrid.
Behrens quiso regalar ayer veinte minutos de su precioso tiempo a los periodistas para disertar sobre su carrera, los personajes que a ella más la han marcado -Elektra, Salomé, la Brunilda del anillo wagneriano, Isolda o la Leonora del Fidelio de Beethoven, entre otros-, también de la visión que tiene de la ópera, de la música, de la vida... El caso es que, entre tanto tema poco ligero, los veinte minutos se convirtieron en una hora. La soprano tenía ganas de cháchara y se encontraba a gusto con un atuendo informal de casaca marrón con pantalones y aires hippies, rematado con unos llamativos zapatos dorados que ayudaban a rejuvenecer sus 62 años cumplidos. "Necesito buenas vibraciones para salir mañana al escenario y espero que ustedes me las manden", aseguró con su sonrisa amplia y su voz excesivamente suave para lo que se espera de una cantante wagneriana."Me acerco mucho a los personajes que interpreto", dice la cantante, de la que los críticos siempre han destacado su gran talento teatral. "Para mí, las dos cosas van unidas. La ópera es teatro, al fin y al cabo, y hay que meterse en la piel de los personajes y mirarles con amor, con compasión, comprenderlos. Si se hace así, es más fácil que el público se sienta atraído por ellos".
A Hildegard Behrens le van los seres humanos excesivos, vendidos al amor, a las pasiones extremas, sin medias tintas. Quizá las heroínas a las que ha dado vida hayan determinado su visión sobre la mujer. "La mujer es el sexo fuerte. Da la vida y la protege, tiene la doble capacidad de luchar por la vida y de defenderla", asegura sin perder la sonrisa y sin que se le mueva uno solo de sus pelos morenos. Sus féminas son de una extraordinaria fuerza: Elektra vive obsesionada por el deseo de venganza, de sangre; Salomé exige la cabeza de su amante en bandeja de plata; Senta, el amor del holandés errante, e Isolda conducen y cambian las vidas de sus amantes hasta las últimas consecuencias... Son personajes que borda y que han llevado a muchos a comparar su dominio con el de legendarias intérpretes de ese repertorio, como Birgit Nilson.
Behrens huye de dar opiniones contundentes sobre lo que no ha tratado personalmente. Cuando se le piden opiniones claras sobre Wagner, un peaje que casi todos los intérpretes renombrados del compositor alemán tienen que pagar, da un quiebro. "No le conocí ni hablé nunca con él, y creo que ustedes tampoco", dice. "Los grandes artistas son canales a través de los cuales se filtran obras de arte superiores, que vienen de una fuerza mayor", cree la soprano. "Hay que comprenderlos y analizarlos en su contexto, y no desde nuestra óptica actual. Todos rodamos por una línea y es difícil que las ruedas vuelvan atrás. Wagner escribió panfletos detestables contra los judíos, se relacionó con Nietzsche, con Luis de Baviera, hizo obras megalómanas, excesivas. Pero de ahí a decir que fue un nazi en su tiempo, eso me parece exagerar", sentencia.
Misterios
"Sobre los grandes genios no hay más que misterios", cree Behrens. "De Mozart, nadie puede explicar cómo era posible que escribiera con tanta rapidez y con tanta perfección; de Shakespeare se dice que no llevó una vida ejemplar; de Beethoven, que no fue un buen tío para su sobrino Karl. Pero todas esas cosas las sabemos indirectamente, por biografías, nada más; yo no me atrevo a juzgarles como personas, sólo me interesan sus obras".
También es discreta respecto a los directores de escena con los que ha trabajado. "Con los que no me ha ido bien he procurado no volver a cruzarme en su camino", asegura. De todas formas, sí dejó claras sus preferencias. Para ella, el mejor director ha sido Seth Schneidman, con el que puso en escena una Salomé que se pudo disfrutar en el teatro de la Zarzuela madrileño, y que resulta ser su marido.
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