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GOLPE A LA GUERRILLA KURDA

Los kurdos moderados intentan hacerse oír entre los fieles de Ocalan y el Estado central

El Tribunal Constitucional estudia la ilegalización de los partidos nacionalistas pacíficos

Juan Carlos Sanz

La quinta parte de la población de Turquía, un país de 63 millones de habitantes, miembro de la OTAN, asociado a la UE y con una economía emergente, carece de derechos y de vías de representación. Empobrecidos y marginados en los suburbios o en las aldeas del sureste, los kurdos no pueden hacer oír su voz, atrapados en el fuego cruzado del independentista Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), y el Estado centralista fundado por Ataturk

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Ambos contendientes se han empleado a fondo en bloquear cualquier vía de solución política al problema de la minoría kurda y no parece que la detención de Abdalá Ocalan vaya a abrir una salida al viejo conflicto."Sólo soy un kurdo que vive en Turquía". Con esta idea, el abogado Serafettin Elçi, raro exponente del ala nacionalista moderada del Kurdistán turco, resume casi todo su programa. Es una voz que clama en el desierto desde hace más de 20 años. Diputado por la provincia de Mardin (sureste) en 1977 en las listas encabezadas en ese momento por el hoy presidente turco, Suleimán Demirel, Elçi fue también titular de la cartera de Obras Públicas entre 1978 y 1979 en un Gabinete presidido por el actual primer ministro, Bulent Ecevit.

Ya entonces se atrevió a llamar a las cosas por su nombre. Hasta bien entrada la década de los noventa era una blasfemia hablar en Turquía de la existencia de un pueblo kurdo. Como mucho, se hablaba de "turcos de las montañas".

"Utilizar libremente la lengua kurda en los medios de comunicación, en los tribunales o servicios públicos; poder recibir educación en la propia lengua materna. Dirigir nuestros asuntos locales, contar con representación en el Parlamento nacional, en suma, tener la posibilidad de autoorganizar nuestra identidad", resume Elçi los derechos que se niegan a más de 12 millones de turcos.

Tras el golpe de Estado militar de 1980 fue condenado a dos años y medio de prisión y quedó inhabilitado para toda actividad política durante una década. Salió de su forzado ostracismo en 1992 para crear en Estambul la Fundación Kurda, germen del Partido Democrático de las Masas (DKP) fundado hace ahora dos años en Ankara. Casi desde su nacimiento, el DKP ha sido perseguido por la fiscalía del Estado, que ha instado ante el Tribunal Constitucional su ilegalización como organización política. La Constitución heredada de la Junta Militar prohíbe los partidos de base nacionalista o religiosa.

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"Difícilmente podremos participar en las elecciones generales del próximo mes de abril bajo esta presión", confiesa Elçi. "Somos un partido democrático opuesto a toda forma de violencia; respetamos la integridad de las fronteras turcas, pero también decimos que en este país viven millones de kurdos que están privados de sus derechos culturales y que aspiran a tener algún tipo de autonomía".

Este veterano político nacionalista moderado se distancia, sin embargo, del izquierdista Partido Democrático del Pueblo (Hadep), también prokurdo, aunque considerado próximo al PKK. "No existe ningún tipo de acercamiento hacia ellos, no queremos saber nada con los violentos", advierte.

El peso político del Hadep en el sureste de Turquía es indudable, y en 1991 el partido que le precedió al frente del nacionalismo radical -el Laborista Democrático (Dep)- alcanzó representación en el Parlamento de Ankara. Dos años después, sin embargo, el Dep fue ilegalizado y sus diputados encarcelados o forzados al exilio.

El presidente del Hadep, Murat Bozlak, y los principales dirigentes están en prisión desde hace cuatro meses, mientras el Tribunal Constitucional debate sobre la prohibición del partido. "Vamos a presentar nuestra candidatura a las elecciones generales antes de que el Constitucional dicte la sentencia de ilegalización", anunció el viernes un responsable del Hadep en Ankara tras informar de la detención de centenares de sus militantes a raíz de la captura del líder del PKK.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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