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Las víctimas de las transfusiones con sida tildan de "mascarada" el juicio de París

Los ex ministros acusados de homicidio proclaman su inocencia en el inicio del histórico proceso

Las víctimas de la contaminación masiva de sida por transfusiones de sangre contaminada que Francia padeció en 1985 calificaron de "mascarada", "conspiración" y "escándalo" el histórico juicio que ayer se inició en París contra tres ex ministros acusados de homicidio. El ex primer ministro socialista Laurent Fabius, el antiguo secretario de Estado de Sanidad Edmond Hervé y la ex titular de Asuntos Sociales Georgina Dufoix proclamaron su inocencia ante el Tribunal de Justicia de la República, en el primer proceso que acoge esta institución, creada en 1993 para juzgar delitos de altos cargos del Gobierno.

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Conscientes del carácter inédito del acto, procesados, víctimas, jueces y abogados recrearon en la abarrotada sala una atmósfera de solemnidad y doloroso respeto. Ello no fue impedimento para que algunos letrados reprocharan ante el tribunal la imposibilidad para la mayor parte de las víctimas de personarse como acusación particular. El mismo reproche, pero en términos más destemplados, podía escucharse en el exterior del edificio en los círculos de familiares de tantas víctimas de las transfusiones contaminadas. Bajo la nieve que caía insistentemente, aunque sin llegar a cuajar, un matrimonio exigía airadamente poder intervenir en el proceso en nombre de sus dos hijas muertas de sida.

Yves Aupic, de 41 años, uno de los dos supervivientes de los siete casos de contagio de sida por transfusión de sangre contaminada que ahora juzga el Tribunal de Justicia de la República, calificó el juicio de "mascarada indigna de un país democrático". El jurado, señaló Aupic apoyado en sus muletas, es un "grupo de amigos o colegas de los acusados". Olivier Duplessis, presidente de la Asociación Francesa de Transfundidos, añadió: "Las reglas de este juicio son injustas. Hay una conspiración para que la verdad no salga a la luz. Han echado a la calle a las familias de las víctimas". El abogado Jacques Vergès, representante de la madre de un niño que falleció de sida a los cinco años de edad, declaró: "Éste es un proceso escandaloso, un diálogo entre una acusación partidaria de la absolución y una defensa que desea lo mismo, mientras que las víctimas no tienen otro derecho que el de callarse".

Aunque el caso de las transfusiones de sangre de mediados de los años ochenta -4.000 personas, 1.300 de ellas hemofílicas, fueron contagiadas de sida; 600 de ellas han muerto- ha sido ya juzgado y continuará siéndolo en otras instancias judiciales, el proceso abierto ayer en París ha adquirido toda la carga simbólica del juicio por excelencia.

Vida arruinada

Lo expresó muy bien Sylvie Rouy, de 34 años, infectada en 1995 en una transfusión sanguínea durante un parto. "Fabius dice que este proceso ha arruinado su vida política, pero a mí me ha arruinado la vida". Sin embargo, los políticos, que están siendo juzgados por 15 jueces, 3 magistrados profesionales y 12 parlamentarios (seis de izquierdas y seis de derechas), arriesgan algo más que su futuro político.Pese a que la Fiscalía se ha opuesto a llevar el asunto a juicio, las penas por los siete casos de "homicidio involuntario y atentado a la integridad física" pueden llegar hasta los 5 años de cárcel y los 12,5 millones de pesetas de multa.

En su primera intervención ante el tribunal, el ex primer ministro Laurent Fabius, de 52 años, dijo que desde que ocurrieron los hechos no ha pasado un sólo día sin que dejara de pensar en la víctimas. Visiblemente emocionado, el hoy presidente de la Asamblea indicó que espera que el proceso, "que se ha convertido en algo necesario", permita establecer que "a partir de lo que se sabía, se actuará en conciencia, tal y como se debía hacer". El político, que vio truncada su carrera después de haber llegado a ser el jefe de Gobierno más joven de Francia, espera que el juicio permitirá conocer "las causas reales del drama".

Su ministra de Asuntos Sociales en aquella época, Georgina Dufoix, hoy apartada de toda actividad política, manifestó su sorpresa ante un procesamiento que, en su opinión, no guarda correspondencia alguna con el contexto que les tocó vivir. "Se nos dice que deberíamos haber sabido y comprendido [el peligro de las transfusiones sin previo análisis de la sangre], cuando ignorábamos, incluso, lo que significaba ser seropositivo".

Atentado a la vida

Tenso y vehemente en su intervención, Edmon Hervé, ex secretario de Estado para la Sanidad, afirmó que "lo que ayer era verdad hoy resulta un error, o peor, un delito". El antiguo secretario de Estado se lamentó de que su discreción haya sido mal interpretada. "Cuando me he callado se me ha tratado de cínico; cuando he mostrado compasión, se me ha llamado hipócrita", afirmó. Hervé consideró "contrario a la verdad científica más elemental" el dictamen de su procesamiento. Ese dictamen establece que "en los casos de atentados a la vida o a la integridad física, toda falta no intencionada, sea cual sea su gravedad, implica la responsabilidad penal no sólo del que se sitúa en el origen del daño, sino también igualmente de aquellos que, en diverso grado, de cerca o de lejos, han contribuido a ese daño". A Fabius se le acusa de haber aplazado la legalización de una prueba estadounidense de detección del sida en plasma en favor de otra francesa.

Abogados de la acusación protestaron por la ausencia de algunos testigos que se encuentran ya condenados y pendientes de otros procesamientos. El presidente del tribunal, Christian Le Gunehec, invocó el derecho de todo procesado a no declarar contra sí mismo.

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