Hussein regresa moribundo a Jordania
El rey Hussein, de 63 años, quiere morir en Jordania. El soberano solicitó ayer abandonar la clínica de Estados Unidos donde el pasado martes se le había practicado un trasplante de médula ósea para atajar su cáncer galopante, y regresar urgentemente a su país. En palabras de su médico personal, se encontraba en un "estado crítico". El monarca abandonó Estados Unidos, cuando en Jordania ya declinaba el sol, a bordo de un avión privado, y con ello iniciaba el que parece ser su último viaje al país en el que ha reinado desde 1952.
Su llegada a Ammán era esperada esta madrugada. Hussein hizo el viaje acompañado por su esposa, Noor, y por un reducido séquito, constituido en su mayor parte por médicos personales. Las informaciones difundidas sobre el estado del monarca eran contradictorias. Mientras un portavoz oficial de palacio anunciaba que "el rey no se encuentra en estado de coma" y que está "despierto y consciente", un comunicado difundido pocos minutos más tarde desmentiría estas afirmaciones al asegurar que los "órganos vitales del soberano (riñones e hígado) habían dejado de funcionar". Parece, pues, improbable que el rey pueda proseguir el tratamiento contra el cáncer en Ammán, tal y como insistía un portavoz oficial desde la capital jordana.El rey se encontraba ingresado en la clínica Mayo de Estados Unidos desde el pasado 14 de julio, cuando ingresó de manera precipitada para ser sometido a un largo tratamiento de quimioterapia con el que se pretendía combatir un cáncer linfático. El tratamiento se completó el pasado mes de diciembre con un transplante de médula ósea, proporcionada por su hermana Basma, de 48 años.
El pasado 19 de enero, después de que se aplazara en diversas ocasiones su regresó a Jordania, el rey volvió a Ammán, oficialmente curado y para retomar las riendas del poder. Aprovechó para poner en orden la sucesión al trono y acabar con las querellas palaciegas que habían aflorado durante su larga ausencia. El monarca destituyó a su hermano Hassan, de 51 años, como heredero y regente, poniendo fin a 34 años de servicio a la corona, nombrando en su lugar a su hijo Abdalá, de 37 años, como el único sucesor de la dinastía hachemí.
Mientras el rey se debate entre la vida y la muerte, el nuevo orden sucesorio ha empezado ya a funcionar en el país, tranquilizando a toda la región, pero especialmente a Estados Unidos, que ha venido considerando a Hussein como uno de sus más fieles e importantes aliados en la zona. Ayer, el presidente norteamericano, Bill Clinton, rindió tributo al monarca en el tradicional desayuno de oración del Congreso, un acto de arrepentimiento y reconciliación que desde 1942 se celebra en el Capitolio y al que se invita a destacadas personalidades del país y del extranjero.
"Es un ser humano maravilloso, un campeón de la paz, que lucha por vivir y continuar batallando en favor de la paz", dijo el presidente Clinton, recordando sin duda que el pasado mes de octubre el soberano no había dudado ni un solo instante en abandonar su lecho de la clínica Mayo para viajar hasta Maryland, donde palestinos e israelíes intentaban en vano, bajo patrocinio de Estados Unidos, firmar un acuerdo que impulsara el proceso de paz. La colaboración del monarca permitió, una vez más, acercar las posturas y lograr la firma del protocolo de Wye Plantation.
El futuro de Jordania parece asegurado gracias a la operación de cirugía política efectuada por el rey en su entorno, pero sobre todo por el respaldo político y económico de Washington, que la pasada semana se comprometió a apoyar al heredero Abdalá, al tiempo que accedía a una vieja reivindicación planteada por su padre al propio Clinton: duplicar su ayuda económica militar durante los tres próximos años.
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