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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cita en Rambouillet

LA ACEPTACIÓN por el Ejército de Liberación de Kosovo de acudir a Rambouillet ha dejado la pelota en el tejado de Milosevic, que anunciará hoy su decisión sobre la cita exigida por Occidente para que serbios y albaneses negocien la autonomía de la región. El líder moderado de los kosovares, Rugova, ya aseguró días atrás su presencia en el palacio parisiense donde los aliados intentarán una suerte de Dayton 2 que permita a la OTAN celebrar su cincuentenario sin estar a la vez bombardeando de nuevo los Balcanes.El guión de las negociaciones está escrito. Es un plan básicamente estadounidense que prevé una amplia autonomía durante tres años para el territorio poblado en su 90% por los despojados albaneses. Después se decidirá el status futuro de Kosovo, técnicamente una provincia serbia. La guerrilla del ELK adelanta que su objetivo es un referéndum sobre la independencia al final de este trienio de transición, durante el cual los kosovares elegirían a sus nuevas autoridades. Belgrado controlaría la política exterior y defensiva, el comercio y la fiscalidad, pero no la seguridad interna ni la policía. De hecho, según el borrador del mediador Christopher Hill, Kosovo vendría a convertirse en un protectorado internacional. La máxima autoridad residiría en la misión de verificación de la OSCE, con poderes para destituir y nombrar funcionarios y jueces en la nueva Administración.

Milosevic, perdedor de las guerras que ha desatado en la rota Yugoslavia y maestro en el arte de no pagar las consecuencias, se ha preparado para este momento. Su política de yoyó siempre se ha doblegado ante la amenaza creíble de la fuerza. Serbia, desmoralizada y en bancarrota, está anestesiada por unos medios de comunicación secuestrados por el poder. No existe oposición. Su Gobierno, dominado por comunistas irredentos, acoge por igual a los fascistas de Seselj y a los nacionalistas de Draskovic. La decisión de hoy será la del dictador, pero estará revestida de una apariencia de acuerdo entre las fuerzas que cuentan algo.

Tras diez años de opresión y uno de atrocidades, Rambouillet representa una esperanza de que Kosovo no sea un nuevo cataclismo en el umbral del milenio. Pero si la cita ha de ser algo distinto de una escenificación para salvar la cara de la OTAN, Washington y sus aliados habrán de poner toda la carne en el asador para que se cumplan los requisitos indispensables: la retirada de Kosovo del Ejército y los paramilitares serbios; el despliegue de fuerzas de la OTAN suficientes para imponer cualquier acuerdo; y la garantía de un verdadero autogobierno para los albaneses.

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