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Globalización con corazón

Andrés Ortega

"Globalidad responsable" ha sido la consigna de este año en el Foro de Davos. Puede ser "pura retórica", como afirmó George Soros, pero hay algo más. El interés del capitalismo desarrollado es mantener abiertos los canales que hacen posible la globalización, lo cual requiere un apoyo popular entre las poblaciones que se benefician de ella y entre las que la padecen. La súbita desaparición de una clase media de 100 millones de personas en Asia ha dado mucho que pensar. "¿Qué es el capitalismo global?", se preguntó el padre de Singapur Lee Kuan Yew: "La gente en Asia no lo sabe. Sólo que llegó, produjo crecimiento y expectativas, y luego se derrumbó. Ahora quieren menos bienes, pero también menos devastación". Quizás sea, como señaló el presidente de Polonia, Aleksander Kwasniewski, que una vez terminada la Guerra Fría, hoy "el capitalismo no tiene alternativa", y por tanto, "debe asumir una mayor responsabilidad". El afán de "compasión y equidad" se mezcla con la percepción de que las crisis pueden degenerar en graves problemas de seguridad. O que pueden llevar, como apuntó Henry Kissinger, a tener que elegir entre la seriedad de un Cardoso (en Brasil) o el populismo de un Chávez (en Venezuela).

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Uno tras otro, desde Kofi Annan, con su insistencia en los "valores compartidos", hasta Gerhard Schröder, se ha insistido en la necesidad de añadir valores sociales a la mundialización, y darle una cara humana. Ahora bien, una cosa es enunciar este objetivo; y otra, indicar el camino y los medios para llegar a él.

Sobre la nueva arquitectura financiera, se han marcado distancias entre EE UU y el FMI, irritado porque se le acuse de no tener "conciencia social", como dejó ver uno de sus directores, Stanley Fischer. Para un laborista como Gordon Brown, una de sus dimensiones debe ser, justamente, atender a las víctimas de las crisis de la "globalidad", vocablo que se usa para indicar una situación y ya no un proceso.

Por detrás, la confrontación -es decir, comparación- entre dos modelos de capitalismo, el estadounidense y el europeo. Un interesante debate versó sobre si el de EE UU era aplastantemente superior. Los europeos no renunciaron a defender su modelo, aunque con necesidad de reformas, ante lo que consideran que es una situación coyuntural norteamericana, o quizá tirón de las tecnologías de la información que en Europa se ha demorado más por el retraso en la liberalización efectiva del sector, y grandes diferencias en términos de participación política, que explican en parte las resistencias a renunciar a un Estado del bienestar sólido. ¿Convergencia? Quizá más hacia el modelo estadounidense que el europeo. ¿Tercera vía, como superación de esta dicotomía? En Davos se le ha empezado a prestar mayor atención, aunque también se pudo apreciar que tales planteamientos pueden provocar problemas con los sindicatos. Sea como sea, como dijo alguien, "el capitalismo no tiene sólo que tener una mano invisible sino un corazón visible".

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