_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¡Resista, presidente! RAMÓN DE ESPAÑA

Se está armando un follón entre nuestro Gobierno autónomo y los grandes estudios de Hollywood que -como diría el inefable Palomino, ese personaje que se inventó Oriol Grau para homenajear como se merecía a Bernardo, inolvidable cantautor de la Barceloneta- "es bonito de verlo". Nunca creí que iba a poder presenciar un duelo de titanes entre Jordi Pujol y Mickey Mouse, sobre todo porque las relaciones de CiU con las productoras californianas parecían excelentes, según se desprendía de esos estupendos parques temáticos patrocinados no sé si por el Pájaro Loco o la Hormiga Atómica de los que los noticiarios de TV-3 nos cantaban las maravillas día sí, día también. ¿Llegarían a pensar nuestros gobernantes, en su delirio patriótico, que los norteamericanos estaban fascinados ante el hecho diferencial catalán? En caso afirmativo, debían de ser los únicos, ya que los demás ciudadanos de este país estábamos convencidos de hallarnos ante una pandilla de sacacuartos más interesados en nuestro dinero que en nuestra afirmación nacional. Acabamos de verles el plumero con su renuencia a doblar a nuestro idioma esas birrias que proyectan en nuestros cines. ¿Mickey Mouse, 1-Jordi Pujol, 0? Esa es la deprimente impresión que empieza a extenderse entre la población, aterrada al parecer ante la perspectiva de que a Schwarzenegger y a Stallone no nos los doblen ni al castellano ni al catalán. Exhibidores y distribuidores, viendo peligrar sus dineritos, se suman al coro griego que exige un final de la tragedia acorde a sus intereses. Seamos sinceros: menos los iluminados del Partit per la Independència y de Esquerra Republicana, todo el mundo le está diciendo a Pujol que se la envaine en este asunto. Pues bueno, que no cuente conmigo este frente derrotista. Por una vez, y sin que sirva de precedente, me voy a alinear con Pilar Rahola y Carod-Rovira y le voy a decir al presidente que no se arrugue y que resista: no tendremos una oportunidad tan buena como ésta para que todo el cine norteamericano se estrene subtitulado en Cataluña (pues ésa es la amenaza que nos lanzan las majors). Yo, presidente, fui tan ingenuo de creer que los catalanes íbamos a ser más listos que los españoles y diríamos no al doblaje. Pronto me di cuenta de que éramos igual de vagos e iletrados que los de más allá del Ebro y que, como a ellos, nos gustaba que todo el mundo se dirigiera a nosotros desde la pantalla en nuestra lengua. En vez de seguir el ejemplo de Portugal o el de Dinamarca, seguimos el de España (¿por qué será?, me pregunto) y perdimos la oportunidad de demostrar con la práctica ese europeísmo cosmopolita con el que frecuentemente se nos llena la boca. Por eso le felicito, ¡oh, gran gobernante!, por permitirme ver que para hacernos más cultos no bastaban las buenas intenciones. Ya que ha salido mal la vía del subtitulado por las buenas, vamos a intentarlo por las malas, me digo, aunque ya sé que a usted le encantaría oír a Harrison Ford en catalán. Como yo prefiero oírle en inglés, bienvenida sea la vía patriótico-represiva que usted y su gobierno se han sacado de la manga. Aguante, presidente, y a partir del 17 de marzo todas las películas norteamericanas se estrenarán en Cataluña subtituladas al castellano o al catalán. Se acabarán las peregrinaciones del urbanita del Eixample a esos lugares remotos como los cines Icaria (¿han intentado encontrar un taxi a la salida?, ¿a que no pasa ni uno jamás?) o los Renoir, a los que siempre, ¡pero siempre, oigan!, van a parar las copias subtituladas. Se acabará el confundir a Clint Eastwood con el presentador de La parodia nacional porque los dos tienen la voz de Constantino Romero. Se acabarán esos reportajes en televisión sobre lo buenos y profesionales que son los actores de doblaje... Presidente, yo no le veo más que ventajas culturales a su última muestra de patriotismo intervencionista: ¡ojalá todas fueran como ésta! Manténgase firme en su actitud y le prometo reconsiderar mi voto en las próximas elecciones municipales y autonómicas.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_