Una ballena cazada en Islandia terminó en un mercado de Japón
Las pruebas genéticas han permitido a dos investigadores estadounidenses reconstruir la vida y la muerte de una ballena perteneciente a una especie en peligro de extinción, y su trabajo plantea la ineficacia de los acuerdos internacionales para controlar la caza de ballenas y la posibilidad de utilizar la genética para controlar el tráfico ilegal.A partir de carne comprada en 1993, un gran almacén de Osaka (Japón), los investigadores dedujeron, mediante el análisis del ADN mitocondrial (externo al núcleo), que pertenecía a una ballena azul (Balaenoptera musculus) o que era hija de una ballena de esta especie. Al compararlo con el ADN de ballenas en una base de datos se vio que era idéntico al ADN de la ballena número 26, cazada con arpón en la costa islandesa en 1989. Esta ballena era un híbrido de ballena azul y de otra especie (Balaenoptera physalus).
Con estos datos, los investigadores, Frank Cipriano y Stephen R. Palumbi, de la Universidad de Harvard, pudieron reconstruir la vida y la muerte de la ballena número 26. Se trataba de un macho, hijo de una ballena azul hembra, probablemente nacido en 1965. En 1986, este tipo de ballenas quedó protegido por la moratoria sobre su caza promulgda por la Comisión Ballenera Internacional. Sin embargo, fue arponeada el 21 de junio de 1989, cuando la moratoria estaba todavía en vigor, con licencia del Gobierno islandés bajo el eufemismo de caza con fines científicos. Hasta ahora se desconocía que había pasado con ella.
En realidad, señalan los investigadores en la revista Nature, Islandia no ha incumplido ningún acuerdo, ya que puede exportar la carne de ballena procedente de los animales que ella misma se autoriza a cazar. Y Japón, que ha suscrito, al contrario que Islandia, el convenio CITES sobre tráfico de especies protegidas, presentó una reserva sobre este convenio precisamente en lo relativo a las ballenas. El problema es que los tratados internacionales tienen tantos agujeros que convierten en papel mojado su espíritu, como demuestra este caso.
Nature News Service
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