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Euskadi: cuanto peor, peor

Emilio Lamo de Espinosa

El pasado viernes, y en su tercera declaración institucional sobre la tregua de ETA, el presidente Aznar anunciaba que "siguen existiendo posibilidades de que se consolide la actual situación de cese indefinido de la violencia" y se manifestaba partidario de incluir en el diálogo político a "todos" los partidos representados en el Parlamento vasco, una invitación clara a la coalición abertzale. Al tiempo, Piqué anunciaba que había ya contactos significativos y Mayor, el traslado a la península de 21 presos de ETA.La reacción vasca a las decisiones del Ejecutivo no ha podido ser más dura. Para el PNV, es una "torpeza política impresionante y absolutamente negativa", tanto por la escasa cantidad de reclusos afectados como por sus puntos de destino. HB ha calificado la iniciativa de "absoluta tomadura de pelo", pues "la sociedad de Euskal Herria... está demandando que los presos estén en las cárceles de Euskal Herria". Para Carlos Garaikoetxea, se trata de una decisión "mezquina", y para ELA un "gesto miserable".

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Palabras muy duras para una medida más que generosa. El punto 9 del Pacto de Ajuria Enea acordaba vías de reinserción para quienes "decidan o hayan decidido abandonar la violencia con el propósito de defender sus ideas por cauces democráticos".

Pues bien, los presos trasladados a la península, 21 en total, suman nada menos que 130 asesinatos y cuentan con penas de más de 10.000 años. Uno de ellos es responsable de la matanza de Hipercor de Barcelona, con 21 asesinatos; otro fue el caballero que brindó con champán cuando asesinaron en Sevilla al concejal del PP y su esposa de un tiro en la cabeza y por la espalda; un tercero es responsable de la matanza de la Plaza de la República Dominicana de Madrid, con resultado de doce guardias civiles asesinados; un cuarto, conocido como El Carnicero de Mondragón, es autor de la hazaña de perseguir una ambulancia para rematar a un agente que había conseguido salvarse de la primera agresión. Estos son los "presos políticos" del obispo Setién cuyos derechos humanos están siendo pisoteados por la barbarie española.

Durante los años finales de la dictadura del general Franco era frecuente escuchar análisis pseudomarxistas que aseguraban que, cuanto mayores fueran las contradicciones del régimen y su endurecimiento, más posibilidades se abrían para la democracia. Cuanto peor, mejor. No pocos piensan hoy también que, en el problema vasco, cuanto peor mejor, pues cuanto mayor sea la radicalización nacionalista más votos perderá y pudiera darse el caso de que el PNV llegara a escindirse. Es lo que piensan, también, no pocos abertzales. Hay mucho empresario del conflicto y poco empresario de la paz.

La realidad ha mostrado siempre lo obvio: cuanto peor, peor. La política de aislamiento del PNV le lanzó en los brazos del nacionalismo radical y, tras el pacto de Estella, a unas elecciones en las que la polarización nacionalista se ha acentuado. Así, Euskadi vive hoy la paradójica situación de combinar el resurgimiento de la vida civil a consecuencia de la tregua de ETA con la crispación de una sociedad cada vez más polarizada. La tregua ha devuelto el poder a la palabra pero ésta es cada vez más agria.

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Hay muchos signos que apuntan a la emergencia de un prefascismo en el nacionalismo vasco. La ideología euskaldunizadora de EH que preludia la limpieza étnica y que comienza a afectar al propio PNV; la posición sectaria de la Iglesia que, con Setien a la cabeza, considera -como algún afamado columnista- que las casi 1.000 víctimas de ETA no pasan de ser un grupo de presión; la retórica fascista de Arzalluz acusando a las eventuales víctimas futuras de falta de hombría; el proyecto de la Asamblea de Ayuntamientos, claramente antidemocrático; la retirada de escoltas a los concejales del PP al tiempo que son sometidos a linchamiento moral; el rechazo por el PNV, EA y EH en la Cámara de Vitoria de una declaración de apoyo a los mismos concejales. Todo ello camina a la par: la euskaldunización total y el rechazo hacia los márgenes de los "españoles"(sic.). El mismo Pacto de Lizarra señala que una "negociación resolutiva" debe "respetar la pluralidad de la sociedad vasca y sitúar todos los proyectos en igualdad de condiciones de consecución". Pero el ambiente social de Euskadi incumple hoy flagrantemente ese presupuesto. e.lamo@iuog.fog.es

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