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Tribuna
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Dimos una última oportunidad a Irak

El miércoles hablé con los presidentes de Estados Unidos y Francia, el canciller de Alemania y otros dirigentes mundiales sobre la gravedad de la situación en Irak. Como consecuencia de estas discusiones, y con gran tristeza, anuncié la participación de las fuerzas británicas en un ataque de gran envergadura de los ejércitos de Estados Unidos y Gran Bretaña contra objetivos iraquíes.Los objetivos militares de nuestras fuerzas están muy claros. En primer lugar, reducir la capacidad de Sadam Husein de construir y emplear armas de destrucción masiva, que comprenden, asimismo, los sistemas de mando, control y lanzamiento. En segundo lugar, al debilitar su capacidad militar, disminuir la amenaza que representa para sus vecinos. Tengo confianza en que se trata de objetivos alcanzables y en que la acción emprendida resulta proporcionada en relación con el grave peligro que supone Sadam Husein para sus vecinos más cercanos, la región de Oriente Próximo y todo el mundo.

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Después de la guerra del Golfo, en abril de 1991, Irak se comprometió a destruir todo su arsenal de armas de destrucción masiva y a no fabricar más en el futuro. Fue el precio que se le obligó a pagar por el cese de las hostilidades. En aquel momento, su capacidad comprendía un programa de armas nucleares, misiles de largo alcance, un arsenal de armas químicas de proporciones gigantescas, que ya había empleado contra los iraníes y contra su propio pueblo, y un programa de armas biológicas capaz de acabar varias veces con la población mundial.

Todos esperábamos que fuera posible completar el proceso en el plazo de unos meses. Sin embargo, en estos años, los inspectores han sido víctimas constantes de acosos, amenazas, engaños y mentiras. Aun así, los equipos de UNSCOM han cumplido concienzudamente con su deber, y con frecuencia han obtenido resultados a pesar de tener todo en contra.

Han logrado acabar con más armas de destrucción masiva que la guerra del Golfo, incluyendo más de 38.000 misiles de armamento químico, 48 misiles Scud y una fábrica de armamento biológico equipada para producir hasta 50.000 litros de ántrax, toxina del botulismo y otros agentes letales. Pero todavía queda mucho por aclarar. Por ejemplo, todavía no saben qué ha sido de más de 610 toneladas de sustancias químicas que se utilizan como precursores del gas nervioso VX.

Hace años que Sadam Husein persigue, despiadado, un solo objetivo: la capacidad de dominar a su pueblo y a sus vecinos mediante la fuerza militar. Quiere conservar el mayor número posible de armas, entre ellas las armas de destrucción masiva. Ya las ha utilizado en el pasado. Y no me cabe duda de que, si se le da la oportunidad, las volverá a usar.

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La obstrucción definitiva de la labor de UNSCOM por parte de las autoridades iraquíes se inició después de que saliera a la luz la dimensión total de sus programas de armamento, en 1996 y los primeros meses de 1997.

Se produjeron entonces una serie de crisis con el Consejo de Seguridad y la comunidad internacional: la primera, en octubre de 1997, y después en febrero del presente año. En ambas ocasiones, Sadam Husein cedió al creer las amenazas de utilización de la fuerza.

La historia siguió repitiéndose. En agosto, Sadam dejó de cooperar con los equipos de UNSCOM, con lo que rompió el acuerdo al que había llegado con el secretario general de la ONU, Kofi Annan, en el mes de febrero.

El 30 de octubre interrumpió la cooperación por completo. El 15 de noviembre estuvo a punto de producirse un ataque conjunto de Estados Unidos y Gran Bretaña que sólo se evitó cuando Sadam Husein, en el último minuto, se prestó a colaborar de forma plena e incondicional.

Dimos una última oportunidad a Irak. Al mismo tiempo, tanto los norteamericanos como nosotros advertimos con toda claridad que, si Sadam Husein volvía a romper su palabra, no habría más avisos ni argumentos diplomáticos.

Por desgracia, Husein es un hombre para quien la última oportunidad de comportarse como es debido no es más que otra ocasión para hacer lo contrario. Se pidió a Richard Butler, jefe de los equipos de UNSCOM, que volviera a llevar a sus inspectores inmediatamente y que informara al Consejo de Seguridad sobre sus resultados. Replicó que lo haría en el plazo de un mes. Así lo hizo el lunes pasado, cuando se cumplía ese mes.

Su descripción de la obstrucción sistemática que han sufrido significaba que resultaba inevitable emprender una rápida acción militar. Por consiguiente, rechazo por completo la idea de que el momento se decidió en función de los acontecimientos políticos de Washington.

El informe de Butler era muy claro y condenatorio. De hecho, en ciertos aspectos, la colaboración ha sido incluso menor que antes.

Estas circunstancias nos planteaban una opción terrible pero clara. Podíamos dejar que este proceso siguiera adelante, con las facultades de UNSCOM cada vez más recortadas, y Sadam Husein, por tanto, cada vez más libre de reforzar su arsenal de armas de destrucción masiva. O podíamos decidir, después de haber recorrido todas las alternativas diplomáticas, que, si UNSCOM no podía llevar a cabo su tarea, tendríamos que emprender acciones directas contra la capacidad militar de la que aún disponía Sadam. Sólo había una línea de acción que fuera verdaderamente responsable.

La decisión de emprender la acción militar contra Irak fue muy dolorosa. Se trata de una enorme responsabilidad. A pesar de todos nuestros esfuerzos, en Irak se producirán víctimas. Lo que ocurra después de terminar los ataques depende tanto de Sadam como de nosotros. Espero que entre en razón y reconozca que la única forma de ver la luz al final del túnel es el pleno cumplimiento de las exigencias del Consejo de Seguridad.

Hemos atacado porque es preciso actuar contra el peligro real e inminente de un tirano que nunca ha vacilado en emplear cualquier arma a su alcance.

Tony Blair es primer ministro laborista del Reino Unido.

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