Introspección y serenidad

En enero de 1996, apenas un mes después de celebrar por todo lo alto su 94º cumpleaños, Rafael Alberti ingresó en urgencias en el hospital general Santa María, de El Puerto, con una insuficiencia respiratoria aguda. Pasó 13 días en la unidad de cuidados intensivos y 33 en el centro sanitario.El poeta vio las orejas al lobo, y su familia se llevó un susto de muerte. "Fue el bajón", cuenta su esposa, María Asunción Mateo, que no se separa de su lado. La vida cambió. Ya en los últimos años no se mostraba demasiado partidario de los actos públicos, pero a partir de ese momento decidió vivir tranquilo en su bonita casa Ora Marítima, en El Puerto de Santa María. Lo que no significa que no esté con sus amigos o que no reciba a personalidades, como a los reyes Juan Carlos y Sofía, el pasado mes de junio, a quienes recitó poemas de Marinero en tierra y de Si mi voz muriera en tierra.

Ha adelgazado y come menos que antes. "Tiende a la introspección, hay días en que apenas quiere hablar, pero tiene una serenidad impresionante". A María Asunción, que no se ha arrepentido ni un momento de haberse casado con él, la sorprende con frecuencia. "Siento que se me apagan muchas luces", le dijo el otro día. "Tú nos enterrarás a todos", contestó ella". "Ésa es una frase de muy mal gusto", reprochó el poeta. Pasa mucho tiempo escuchando música clásica, a ratos lee poesía y da cortos paseos por el jardín. Juega con sus perros, Linda y Jazmin, que le hacen carantoñas ("ese perrillo blanco, qué sinvergüenza es", suele decir), y con su gatos, Hércules y Teletusa, que María Asunción le lleva cada mañana a la cama para despertarle ("qué preciosos y qué ingenuos").

La vida para Alberti es plácida, cada vez quiere saber menos del mundo exterior, aunque sí se ha enterado de que el Ayuntamiento de El Puerto ha comprado el edificio de al lado de la Fundación Alberti para ampliarla. Le ha parecido muy bien. "Yo creo que Alberti atraviesa el siglo XXI", dice su mujer.