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El fracaso de la buena voluntad

Cuando una conferencia internacional se reúne para intentar un imposible político suele ofrecer un sinfín de paradojas, muchos malentendidos y por necesidad muy pocos resultados. La reunión del Consejo para la Implementación (horrible palabreja) del Acuerdo de Paz para Bosnia-Herzegovina que se clausura hoy en Madrid es como viene sucediendo con todos los foros internacionales habidos sobre la guerra de los Balcanes desde la Conferencia de Londres de 1992 un ejercicio de buena voluntad de algunos, aprovechado por otros para perseguir por medio de la dilación la demagogia y la obstrucción los objetivos que no lograron con la guerra.El problema principal de la reunión de Madrid es que nadie quiere reconocer un fracaso porque nadie quiere replantearse los métodos aplicados y hacer uso de otros tan evidentemente necesarios como poco deseados. Nadie quiere reconocer que la comunidad internacional y la OTAN como su punta de lanza en la región no han sido capaces pese al costo ingente de la operación que desde los acuerdos de Dayton se prolonga ya tres años de imponer a tres pequeñas comunidades étnicas la aceptación del regreso de los desplazados durante la guerra a sus hogares. Es decir, de hacer reversible uno de los mayores crímenes de esta guerra que fue la limpieza étnica.

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Pero siguen sin volver a su casa más de 1,2 millones de habitantes de la región, una prueba evidente de que aquellos que limpiaron regiones enteras por criterios étnicos siguen imponiendo su voluntad. Nadie se atreve a hacer frente a los principales responsables de dichos crímenes porque esto equivaldría a asumir el riesgo de víctimas en las filas propias. En Madrid se constató ayer tan sólo una cosa y es que mientras a la comunidad internacional como decía el presidente del Gobierno José María Aznar y otros muchos oradores se les acaba la paciencia y la disposición a asumir gastos y riesgos en una presencia indefinida en Bosnia, en los Balcanes los ritmos son otros y quienes se vieron obligados a firmar los acuerdos de Dayton bajo la impresión y la presión de los bombardeos aliados, hoy consideran que el tiempo juega a su favor. De ahí la arrogancia desplegada ayer por el líder serbobosnia Nikola Poplasen. Carlos Westendorp, máximo representante de la comunidad internacional en la región, tiene razón cuando dice que tiene que haber un punto de inflexión rápido en el proceso de pacificación. Lo que la comunidad internacional debe decidir es cuándo lo impone porque si sus tropas abandonan Bosnia la guerra está servida y si continúan dando tiempo a los enemigos de la convivencia será derrotada por quienes en Europa no deberían ser ya sino una secta de proscritos.

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