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37 kilómetros de historia

Vicente G. Olaya

La vía XXIV fue levantada por el emperador romano Antonino a finales del siglo II. No se descarta que fuera construida sobre otra anterior, también romana, o sobre caminos utilizados por pobladores prerromanos. Lo único seguro es que fue utilizada para unir las dos vertientes del Guadarrama hasta bien entrado el siglo XIX y que su trazado fue modificado en varias ocasiones. Incluso, se llegaron a construir algunos tramos paralelos que obligan a los expertos a elaborar rigurosos estudios para poder distinguir la vía romana de otras posteriores y cercanas. Se sabe, por ejemplo, que la XXIV Vía Antonina se cruza en varios puntos con la construida por los árabes o la trazada por Felipe V.La calzada tiene, entre Galapagar y Fuenfría (Cercedilla), unos 37 kilómetros empedrados en buen estado de conservación. Sin embargo, sólo 10 son visibles. El resto se encuentran bajo toneladas de tierra. Pero allí están.

Por eso, la Dirección General de Patrimonio emprendió el pasado verano un ambicioso proyecto para desenterrar la vía y convertirla en una ruta turística. Son miles los excursionistas que cada fin de semana recorren la sierra y que desconocen que bajo sus pies se oculta una impresionante obra de ingeniería con 18 siglos de antigüedad.

Arqueólogos regionales y trabajadores municipales comenzaron las labores de desenterramiento el pasado verano en el término de Cercedilla. En escasamente un mes recuperaron más de doscientos metros de calzada semioculta entre los pinares.

El resultado fue espectacular: una vía de unos diez metros de anchura, flanqueada por arcenes para recoger las escorrentías. Pero la llegada de las nieves les obligó a paralizar los trabajos hasta la primavera.

El proyecto, que se financia con presupuestos del Inem y de los ayuntamientos, consiste -además de en descubrir la calzada- en recuperar los restos de los edificios históricos que la flanqueaban. Por ejemplo, aún son visibles puentes, cloacas, posadas o altares que Roma levantó junto a la vía para hacer más fácil el camino de los viajeros. Sus principales usuarios eran soldados, agricultores y recaudadores de impuestos.

De todas formas, los obstáculos para recuperar esta infraestuctura son enormes: una parte del empedrado fue arrancada en los últimos 40 años para levantar vallas de separación entre fincas o construir chalés, mientras que otros tramos se encuentran bajo urbanizaciones o carreteras.

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Los expertos están convencidos de que buena parte de los tramos que discurren por Galapagar son recuperables. Por eso, ayer paralizaron las obras del gasoducto.

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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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