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Saramago pide a los ciudadanos que tomen la palabra en la defensa de los derechos humanos

El escritor portugués denuncia la pasividad de los Gobiernos en la entrega de los premios Nobel

ENVIADO ESPECIALEl primer Nobel de Literatura en lengua portuguesa, el escritor comunista José Saramago, aprovechó anoche su brindis oficial, tras la entrega de los galardones en Estocolmo, para denunciar que "los Gobiernos no parece que hayan hecho por los derechos humanos todo aquello a lo que moralmente estaban obligados". En el día en que se cumplía el 50º aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos, Saramago reclamó la reacción de los ciudadanos para "tomar la palabra", dado que los Gobiernos no están cumpliendo con su deber, y "tal vez así el mundo pueda ser un poco mejor". Como prometió, el escritor habló en la entrega de los Nobel de "algo más que de literatura".

Con la solemnidad que rige la entrega de los Nobel, por primera vez sin los jefes de partido del país anfitrión y sin ninguna mujer entre los galardonados, el rey Carlos Gustavo de Suecia entregó a las 17.45 de ayer el primer Nobel de Literatura a un escritor en lengua portuguesa. La Academia Sueca le atribuyó el premio con esta cita: "A quien con sus parábolas, sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía, continuamente nos permite, una vez más, aprehender una realidad que se escapa". En portugués, el responsable del Comité de Literatura de la Academia Sueca, Kjell Espmark, le presentó como "un narrador de la vieja escuela" que "nos ha dado una ingeniosa versión de la historia que no se deja aprisionar" y del que se espera que "pueda atraer a muchas personas hacia un rico y complejo mundo". Saramago recibió el premio sereno, sin nervios y con el gran collar de la Orden de Santiago de Espada, que le fue concedido, a título excepcional (sólo está previsto para jefes de Estado en ejercicio), por el presidente portugués, Jorge Sampaio, quien acudió a la ceremonia acompañado de su esposa, María José Ritta.En el salón del Palacio de Conciertos se encontraban su hija Violante; su esposa, la sevillana Pilar del Río, vestida con un traje gris claro de gasa de Modesto Lomba; destacadas personalidades de mundo cultural portugués y un amplio abanico de sus editores en todo el mundo; entre ellos, la española Isabel de Polanco, directora general de Santillana.

Como ya había anunciado, Saramago no desaprovechó la ocasión para hablar en Estocolmo de "algo más que de literatura". Y así fue. Durante el brindis oficial celebrado en la cena de gala, el escritor portugués explicó: "En este medio siglo, no parece que los Gobiernos hayan hecho por los derechos humanos todo aquello a lo que moralmente estaban obligados. Las injusticias se multiplican, las desigualdades se agravan, la ignorancia crece y la miseria se expande. La misma esquizofrénica humanidad capaz de enviar instrumentos a un planeta para estudiar la composición de sus rocas asiste indiferente a la muerte de millones de personas a causa del hambre. Se llega más fácilmente a Marte que a nuestro propio semejante".

"Alguien no está cumpliendo con su deber", siguió Saramago con su alegato. "No lo están cumpliendo los Gobiernos, porque no saben, porque no pueden o porque no quieren. O porque no se lo permiten aquellos que efectivamente gobiernan el mundo: las multinacionales o plurinacionales, cuyo poder, absolutamente no democrático, ha reducido a casi nada lo que todavía quedaba del ideal de la democracia".

Ante esa situación, el escritor comunista reclamó la reacción de los ciudadanos: "Pensemos que ninguno de los derechos humanos podría subsistir sin la simetría de los deberes que les corresponden, y no es de esperar que los Gobiernos realicen en los próximos cincuenta años lo que no hicieron en estos que conmemoramos. Tomemos, entonces, nosotros, ciudadanos comunes, la palabra. Con la misma vehemencia con que reivindicamos los derechos, reivindiquemos también el deber de nuestros deberes. Tal vez así el mundo pueda ser un poco mejor".

El escritor no olvidó los agradecimientos a la Academia Sueca, a sus lectores, a sus editores y a sus traductores, pero quiso hacer énfasis en los escritores en lengua portuguesa de quien ha recibido su herencia: "Por ellos, nuestras literaturas existen; yo soy sólo uno más que se les vino a unir. Dije aquel día [el de la concesión del Nobel] que no nací para esto, pero esto me fue dado".

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